Kepa Aulestia-El Correo

El Gobierno Pradales, de coalición entre el PNV y el PSE, comenzará a rodar el martes con el nombramiento de los cargos que completarán un organigrama con 15 consejeros además del lehendakari para un país cuyo Parlamento cuenta con 75 escaños. La merma relativa del socio mayoritario y el ascenso, también relativo, del minoritario han dado lugar a un reajuste de posiciones que, inevitablemente, ha acabado en la denominación de algunas consejerías como si fuesen viceconsejerías. Que haya quince consejeros en vez de, por ejemplo, diez puede transmitir la imagen de que la política oficial no para de inflarse. Pero la gestación de un gabinete de consejeros y de viceconsejeros, al margen de que sirva para acomodar las aspiraciones de cada uno de los aliados, plantea un problema inmediato. La menor relevancia que adquieren las deliberaciones en un Consejo de Gobierno de dieciséis, que precisará de la funcionalidad de un núcleo más estrecho que acaba siendo monocolor -jeltzale en este caso-. El hecho de que los dos partidos coaligados recurran a la bicefalia -Ortuzar y Andueza por una parte, y Pradales y Torres por la otra- en un cuatrienio que se presume movido para la política española y para la vasca puede, además, dar lugar tanto a tensiones como a la búsqueda de acentos propios por parte de cada uno de ellos en la acción de gobierno.

En ocasiones se confunde la fortaleza política de un Gobierno con la probada militancia de sus integrantes en el partido o en los partidos que lo conforman. Cuando a menudo es precisamente esa militancia la que debilita al Ejecutivo, que se debe a todos los ciudadanos. Un Gobierno es políticamente fuerte cuando sus miembros tienen criterio propio, tanto en el ámbito de su responsabilidad como a nivel más general, y la personalidad requerida para manifestarla y defenderla en las deliberaciones del consejo y ante la opinión pública. Es decir, sin que necesiten consultar al partido como censor, no como fuente de conocimiento. Dado que las formaciones parlamentarias no tienen ni de lejos la capacidad que atesoran las propias administraciones públicas para definir estrategias y líneas de actuación.

Las quince personas nombradas por el lehendakari Pradales, es de suponer que tras consultas con el EBB y haciendo suya la propuesta de los socialistas vascos, presentan estudios y servicios por los que estarían en condiciones de enseñar más que de aprender. Todas ellas permiten suponer que tienen criterio propio sobre el área de la que son titulares y sobre cómo despejar el futuro del país. Pero correrán más riesgos de empequeñecerse que de encumbrarse. Sobre todo si interiorizan la especie de que han sido elegidos ‘para la gestión’ del día a día, y no para la dirección de Euskadi. Como si hubiese instancias ajenas al Parlamento y al Gobierno de las que emanarían las directrices de más largo alcance. La parte jeltzale del nuevo Ejecutivo conocerá cambios en el PNV con los que puede que no resulte tan fácil congeniar. La parte socialista bien podría asistir a la eternización de Pedro Sánchez, bien podría conocer su final. Y luego está la eventualidad de que se confirme la profecía sobre la que cabalga EH Bildu, su imparable ascenso.