Tonia Etxarri-El Correo

La comparecencia extraordinaria del presidente del Gobierno, ayer ante el Congreso de los Diputados, sonó a un forzado epílogo de su alterada legislatura o a un ensayo del nuevo escenario postelectoral con su partido en la oposición. En cualquiera de las dos tesituras, Pedro Sánchez estuvo fuera de foco. Ya no por los malabarismos a los que nos tiene acostumbrados, sino porque tuvo que oír las verdades del barquero que le dedicó su exaliada, la portavoz de Junts. Sánchez recibió paladas de desprecio lanzadas contra su rostro de la mano de Míriam Nogueras, que le llamó cínico e hipócrita por incumplir los acuerdos, mientras escenificaba su ‘cese de la convivencia’. Pero el presidente trató de no inmutarse para centrarse en sus ataques al PP pronunciando su expresión talismán –«derecha y ultraderecha»– un par de veces entre la coma y el punto de cada frase, que luego el disciplinado Patxi López remató en suerte. Las muertes en las residencias de Madrid durante la pandemia, el cribado de mamas en Andalucía, la dana de Valencia. Un listado de agravios contra los gobiernos autonómicos del PP que Feijóo recogió al vuelo preguntando al presidente que tanto presumía de su defensa de lo público en qué universidad pública había estudiado él, a sabiendas que Sánchez había cursado sus estudios en una universidad privada.

Cerca del hemiciclo, el fiscal general del Estado, ya sin toga, comparecía ante el Tribunal Supremo. La sombra de la cloaca de Leire Díez, que a pesar de presentarse como la mano derecha de Santos Cerdán en sus sucias maniobras el PSOE no piensa querellarse contra ella, se proyectaba sobre el hemiciclo. Pero al presidente le daba igual el entorno. Con las calabazas de Junts en la mano, Sánchez se jactaba de ser el adalid de la lucha contra la corrupción. También había presumido, en la última sesión parlamentaria, de tener el Gobierno más estable de Europa y… ya ven. Hay que reconocer que se le da bien hacer de oposición a la oposición, en vez de responder por sus responsabilidades como gobernante. Cualquiera diría que ya está ensayando para cuando su partido tenga que ejercer de oposición si vuelven a perder las elecciones y esta vez no pueda cocinar esa sopa de letras con tanto socio dispar e interesado. Sobre todo porque, entre todos, no podrían lograr la mayoría absoluta, según los sondeos.

Ayer, ERC y Bildu, se cuadraron ante Sánchez porque no son partidarios del juego básico de la democracia: la alternancia. El PNV, haciendo de notario de la legislatura agónica pero sin desmarcarse. Ione Belarra hablando de «reventar» a la derecha. Si no fuera porque Podemos solo tiene 4 diputados en el Parlamento, daría miedo su propensión guerra civilista.

La verdad sin filtros, de la mano de Nogueras, quedó grabada en el acta de la sesión. Sánchez perdió las elecciones y, gracias a Junts, es presidente. Fin de la cita. ¿Como piensa seguir, sin mayoría? Pues con un gobierno en funciones, que es en lo que se ha convertido la Moncloa. Un equipo, sin poder legislar, a la espera de que las urnas devuelvan la estabilidad.