Los hechos son los siguientes: la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, viaja a Waterloo para entrevistarse con un prófugo de la justicia. No para instarle a que se entregue, lo hace para pedirle apoyo político. ¿El precio? Su vuelta a territorio nacional sin tener que ir a la cárcel. La amnistía. Para eso iba acompañada de Jaume Asens, de triste y aborrecible recuerdo de sus tiempos como concejal en Barcelona, encargado de supervisar un equipo de “juristas” que intentan colar la amnistía dentro de nuestro ordenamiento jurídico. Empeño inútil, porque tal cosa no es posible con la ley en una mano y la decencia en la otra, pero no parece que a esta gente les importe nada ni una ni otra. Todos han posado riendo ante los medios, los de Sumar han dicho que la reunión ha sido fructífera, los de Junts han dicho que la amnistía está muy bien, pero que lo que cuenta es el referéndum por la independencia y a seguir, que la mies es mucha y pocos los segadores.
El “sector socialista” del Gobierno, eufemismo tan estúpido como poco creíble, ha puesto cara de bonico porque, según ellos, nadie sabía nada de esta peregrinación a Waterloo de la vicepresidenta. Ni siquiera Sánchez. Ah, y han añadido que estos son cosas de los de Sumar y que ellos ni confirman ni desmienten. Hace falta tener la cara dura y la traición como norma de vida para decir tales cosas. Ni siquiera tiene Sánchez la gallardía del felón que se ufana de sus tropelías.
Si alguien dudaba que Sánchez era capaz de pactar con el que intentó romper, ya no el orden constitucional, si no España, ahí tiene la prueba. ¿Recuerdan a aquel Sánchez que decía que traería a España a Puigdemont para que rindiese cuentas ante la justicia? Es el mismo al que gobernar con Podemos le quitaría el sueño, el mismo que jamás pactaría con Bildu –“Si quiere se lo repito tres veces” -, el que nos metió en varios confinamientos ilegales, el que se ha apoderado de los máximos órganos judiciales para poder colar de rondón cositas chulísimas, que diría Yoli, como esa amnistía. Un traidor a la Constitución que prometió guardarla y hacerla guardar y un traidor a la gente que le ha votado pensando que esto iba de otra cosa.
Ni siquiera tiene Sánchez la gallardía del felón que se ufana de sus tropelías
Que Feijoó no haya visto lo que tiene enfrente es preocupante, y eso que Ayuso lo ha dicho muy clarito: “El PSOE de antes ya no existe y lo de ahora es otra cosa”. Por esto resulta imprescindible advertir acerca de lo que se nos viene encima. Sánchez está rompiendo lo que queda del estado de derecho emanado de la Transición para dar paso a esa España plurinacional, transnacional, federal asimétrica o como carajo la llamen. El siguiente paso, lógicamente, es derribar la monarquía parlamentaria y volver a las andadas con una república como aquella de Largo Caballero que tanto gusta a Sánchez y a los comunistas.
El siguiente paso, lógicamente, es derribar la monarquía parlamentaria y volver a las andadas con una república como aquella de Largo Caballero que tanto gusta a Sánchez y a los comunistas
Debido a que los traidores ya ni se esfuerzan en disimular, debido a que quien debería enfrentarse a ellos incluso justifica según qué – “Junts es un partido de tradición y democrático”, “Me entiendo mejor con uno del PNV que con uno de VOX”, etc. -, debido a la dictadura del pensamiento woke, hay que reaccionar democrática y vigorosamente. Y ahí tiene un papel Santiago Abascal, desde luego, pero también lo tienen, y de manera singular por ser miembro del partido que ha ganado las pasadas elecciones, Isabel Díaz Ayuso. Y Cayetana Álvarez de Toledo. Y Alejandro Fernández. Y muchas personas que ostentan responsabilidades en el PP. Porque ya ven de qué va esto: del pacto con el crimen y la delincuencia. Con esta gente no se puede ir con tibiezas. Permítaseme, para acabar, recordar aquella máxima de Alfonso X el Sabio que reza “Los que dejan al Rey errar a sabiendas merecen pena como traidores”. Ahí lo dejo.