EL MUNDO 09/04/14
· Los secesionistas sufren su peor derrota electoral en las últimas cuatro décadas
Los secesionistas de Quebec sufrieron ayer la peor derrota electoral de las últimas cuatro décadas. La premier Pauline Marois había adelantado los comicios después de gobernar en minoría durante año y medio con la convicción de alcanzar la mayoría absoluta. Pero las estridencias del sector más radical de su partido espantaron al electorado moderado de la provincia, que no quería un tercer referéndum de independencia y que optó por devolver el poder a los unionistas del Partido Liberal.
«Los sondeos auguraban un triunfo de la primera ministra contra un líder liberal novato», explica a EL MUNDO Matt Gurney, que ejerce como columnista del National Post. «Todos incluido yo creímos que Marois había acertado y que volvería a ganar. Pero el candidato liberal resultó ser mejor de lo que pensábamos y la premier pisó una mina detrás de otra durante la campaña electoral».
La mina que selló el destino de la primer ministra nacionalista fue la irrupción en escena de su candidato estrella Pierre Karl Péladeau, que revolucionó la campaña con un discurso a favor de la independencia que se volvió contra el Partido Quebequés (PQ).
Pélaneau es un empresario de prestigio y controla uno de los grandes grupos mediáticos de Canadá. Los secesionistas aspiraban a presentarlo como un contrapeso centrista a su discurso de izquierdas y como el experto económico llamado a mejorar las depauperadas finanzas de la provincia. Pero su valor electoral se desplomó cuando levantó el puño en su primer mitin y proclamó que su objetivo era «convertir a Quebec en un país».
Esas palabras despertaron recelos entre los moderados y cambiaron para siempre el tono de una campaña que hasta entonces había girado en torno al proyecto de los nacionalistas de aprobar una Carta de Valores que prohibiera a los empleados públicos llevar símbolos religiosos como cruces grandes, pañuelos islámicos o turbantes sij.
La convocatoria de elecciones anticipadas fue una sorpresa para los analistas. Hasta entonces, Marois había gobernado en minoría durante un año y medio sin demasiados problemas. Entre otras cosas por los escándalos de corrupción que arrastraban varios políticos de la oposición liberal. «Os pido que me deis medios para actuar», dijo la premier al adelantar los comicios. «Tenemos un plan y un equipo capaz de tener éxito con ese plan».
El mandato de Marois no había estado exento de problemas: uno de sus ministros dimitió por fraude fiscal en 2012 y unos meses después sus inspectores lingüísticos amenazaron con multar al restaurante italiano Buonanotte por no traducir al francés varios platos del menú. Pero la impresión general es que la premier habría ganado de no ser por la polémica en torno al referéndum. En parte por la debilidad aparente de sus rivales y en parte por la recepción positiva de su propuesta para prohibir los símbolos religiosos entre los empleados públicos de la región.
El discurso secesionista de Péladeau ayudó a la oposición unionista a agitar el espantajo del referéndum y disparó el respaldo a su candidato Phillippe Couillard. «Péladeau fue la peor pesadilla de los nacionalistas en estas elecciones», dijo el ex diputado conservador André Bachand.
Los liberales lograron 70 de los 125 escaños de la asamblea legislativa de Quebec. El PQ apenas conservó 30 de los 54 que había sacado en 2012 y ganó menos votos que en ninguna otra elección desde 1970. La premier Marois, que anunció su renuncia al liderazgo del partido, ni siquiera pudo conservar su escaño, que ocupará a partir de ahora una diputada liberal.
Consciente de los recelos que aún suscitan los escándalos de su partido, el nuevo primer ministro prometió gobernar con integridad. «Mi intención es dar a Quebec el Gobierno más transparente que haya tenido nunca», dijo Couillard después de su triunfo electoral.
Los sondeos indican que dos tercios de los habitantes de Quebec no quieren un tercer referéndum sobre la secesión de la provincia. El primero se celebró en 1980 y los nacionalistas lo perdieron por casi 20 puntos. El segundo se celebró en 1995 y los partidos unionistas lo ganaron por apenas un punto. Un detalle que suscitó una fuerte controversia entre quienes defendían la independencia de Quebec.
Convocar un tercer plebiscito nunca fue una prioridad para Marois. Pero la campaña giró en torno a los riesgos que supondría un proceso independentista para la economía de la provincia y empujó a algunos simpatizantes a votar por los liberales y por los nacionalistas moderados de CAQ.
Muchos canadienses se preguntan qué puede hacer el Gobierno federal para mantener sin aliento al movimiento secesionista después de la derrota de Marois. «Es difícil decirlo», explica el periodista Gurney a este diario. «El Ejecutivo de Quebec tiene muchas competencias y recibe miles de millones de ayudas federales. Muchos más que otras provincias de Canadá. Son los políticos de Quebec quienes han iniciado las escaramuzas en las últimas décadas. Entre otras cosas porque era bueno para su imagen protestar contra el Gobierno federal. Pero el premier electo es una persona razonable y eso podría cambiar».