Tonia Etxarri-El Correo

Con el relevo de Alonso por Iturgaitz, el PP quiere volver a sus esencias

El escaso margen que le había dejado la dirección nacional del PP a Alfonso Alonso presagiaba el final de una operación que, desde el inicio, se diseñó sin contar con él.

Tras conocerse el pacto suscrito desde la sede de Génova con Ciudadanos, a sus espaldas, el dirigente vasco se temió que le estaban segando la hierba bajo los pies. Y los populares han vivido unas horas de tenso pulso que ha finalizado con la decisión tajante de Pablo Casado. Prescindiendo del que hasta hace unos días era su candidato a lehendakari y sustituyéndolo por el histórico Carlos Iturgaitz. Los muñidores de la alianza de centro derecha no han hecho bien las cosas. El pacto sellado con Ciudadanos sin haber informado a Alfonso Alonso había dejado a los populares vascos con su autonomía en entredicho y dando una imagen de partido arrollado por los intereses estratégicos de una dirección general decidida a sacrificar los resultados en Euskadi a cambio de una jugosa gratificación electoral en Cataluña, de la mano de Ciudadanos.

Porque el trofeo de la coalición de centro derecha en el País Vasco se llama Cataluña. Si hubiera fluido la comunicación entre Casado y Alonso, el PP no habría encallado justo en el comienzo de la precampaña electoral. Pero no había intención de fomentar ese contacto. Y cuando no hay confianza se desatan los malos entendidos. Porque Alfonso Alonso ha sido un defensor de la alianza con Ciudadanos y ahora da la impresión de que su plante se debió a su oposición al acuerdo. Nada más lejos de la realidad.

El pacto PP y Ciudadanos, gestionado por el secretario general, Teodoro García Egea, le fue llegando a Alfonso Alonso a través de la Prensa. El dirigente vasco ha sido partidario de sellar alianzas con Ciudadanos. Lo dijo públicamente en marzo. Porque creía que la apuesta por sumar en una alternativa constitucionalista, ante la OPA del PNV y un partido socialista que ha dejado de ser oposición al nacionalismo, podía generar motivación electoral. Aunque en el caso de Euskadi no resultaba concebible una ubicación paritaria de los candidatos teniendo en cuenta que el PP tiene nueve escaños en el Parlamento vasco y Ciudadanos no ostenta ningún cargo público.

Pero la orden llegó de arriba: el PP nacional. Se cerró la coalición PP+Cs. Sin contar con él. Se lo dieron hecho. Lentejas. O lo tomas o lo dejas. Por eso el dirigente vasco no acudió a la cita que le puso la ‘número tres’ del PP, Ana Beltrán, vía whatsapp. A pesar de todo, mantuvo la idea de que aún había margen.

Seguramente confiaba en que Casado acabaría por despejar el callejón sin salida en el que Teodoro García Egea le había colocado. Pero no le han dado esa posibilidad. Podía haber tragado saliva y actuado como si no hubiera pasado nada. Porque no había diferencias de fondo sino de forma. Una cuestión que no es baladí si la forma consiste en pactar listas de una comunidad cuyo presidente no ha estado al tanto.

Pero la relación entre Casado y Alonso nunca fue de confianza desde que el dirigente vasco se posicionó con Soraya Sáenz de Santamaría en las primarias que eligieron al sucesor de Rajoy. Nadie corrigió a Cayetana Álvarez de Toledo cuando criticó al PP vasco por su «tibieza» con el nacionalismo. Y Casado jugó a dilatar los tiempos hasta decidirse a comunicar su candidatura a lehendakari. Como si hubiera estado buscando una alternativa a Alfonso Alonso sin encontrarla. Le nombró el 10 de febrero. Luego sellaron el pacto con Ciudadanos sin hacerle partícipe de los detalles.

Alonso no pensaba dimitir. En su entorno le habían transmitido reacciones encontradas. Quienes le aconsejaban que se mantuviera. Quienes le decían lo contrario. Pero ayer Casado lo fulminó. La elección de Iturgaitz no deja de ser una opción arriesgada. Porque el electorado suele huir de las desuniones. Y el enfrentamiento de estos meses no es una buena tarjeta de presentación electoral. En la dirección nacional del PP quieren más compromiso con la regeneración de España ahora que Sánchez gobierna con ministros bolivarianos y se apoya en socios que quieren deconstruir la Constitución, romper España y anular el centro derecha para muchos años. Eso dicen. Su apuesta sobrepasa la frontera vasca. Pero con el golpe de timón que ha dado el PP de Casado al sustituir a Alfonso Alonso por Carlos Iturgaitz busca recuperar una confrontación más nítida con el nacionalismo que recuerda la época de Mayor Oreja, María San Gil y el propio Aznar.