Miquel Giménez-Vozpópuli
No me duelen prendas por decir a los que gobiernan: ¡gracias!
Gracias, señor presidente del Gobierno, gracias por su valentía y coraje al ponerse al frente de un país y de un Estado del que nada sabía, atreviéndose con un arrojo ilimitado a dinamitar al principal partido de izquierdas existente. Gracias también, hay que decirlo, por haber formado el Gobierno de coalición que es el primero en la historia de nuestra democracia, y hacerlo nada menos que con el partido populista bolivariano más radical de toda Europa. Sin usted, tamaño hito histórico no hubiera sucedido jamás, como no ha pasado en ningún país de nuestro entorno. Gracias, sinceramente, por apoyarse y apoyar con quienes desean romper nuestra patria, mimándolos, dándoles todo tipo de facilidades para evadir más o menos sus sentencias y quién sabe si indultándolos en un futuro inmediato, gracias por sentirse más próximo a los pro etarras que a los constitucionalistas, gracias por tirar por el fregadero el legado de todos los socialistas que fueron víctimas de ETA y por llegar a acuerdos con sus deudos con tal de que no gobierne la derecha.
Gracias también a todas las personas que usted ha elegido para que ocupen los ministerios que rigen el gobierno de la nación. Gracias por poner de ministro del Interior a alguien que come hamburguesas en un bar de postín mientras Barcelona ardía por los cuatro costados. Gracias por colocar a un perfecto ignorante en materia sanitaria al frente de ese ministerio con una pandemia que se lleva a diario a centenares de personas. Gracias por ningunear al principal partido de la oposición en lugar de sentarse con su líder para acordar asuntos que son de interés nacional. Gracias por mantener cuotas de género en detrimento de las de inteligencia y buen hacer, gracias por tener más ministros que ningún otro gobierno, más cargos, más asesores, más burocracia y más complejidad estructural a la hora de tomar decisiones. Gracias a Carmen Calvo, que supo anteponer su militancia feminista acudiendo a la manifestación del 8 de marzo sabiendo que el virus no perdonaba, lo mismo que al resto de ministras que, a sabiendas o no, estuvieron allí, y gracias de nuevo a usted, que dejó pasar esa histórica fecha para después, con calma, declarar el estado de alarma. Gracias, por supuesto, por negarse a revelar datos sobre los proveedores de material sanitario, por prometer que llegarían pronto, por poner palos en las ruedas a políticos como Ayuso o Almeda, que sí sabían qué y cómo actuar.
Y gracias al ministro Ábalos por sus peripecias con la señora Delcy, por sus risas fuera de tono, por sus bromas intempestivas sobre besos
Gracias, como no podía ser de otra manera, al vicepresidente Pablo Iglesias, que ahora que vive en una mansión enorme con jardín es más consciente del suplicio que supone pasar el confinamiento en un piso de 40 metros cuadrados. Gracias, Pablo, por ese tono de predicador en sede parlamentaria, por considerar a todo aquel que discrepa de ti como un peligroso fascista, por tu constante apelación a eliminar de las redes sociales y los medios de comunicación a cualquier voz que no se amolde al discurso oficial, gracias por la coherencia en tus ataques virulentos en contra del jefe del estado, por organizar caceroladas en su contra, por abogar por la república en medio de esta pesadilla, gracias por haber colocado de ministra a tu pareja, bien, a la madre de tus hijos, gracias por haberte colado de rondón en lo más sensible del Estado: los servicios de inteligencia.
Y gracias al ministro Ábalos por sus peripecias con la señora Delcy, por sus risas fuera de tono, por sus bromas intempestivas sobre besos, por su mirada desafiante de portero de discoteca que sabe que, si se le pone en las cejas, tú no entras. Gracias, gracias a todos. Y gracias a Rosa María Mateo, que ya desde los años de la Transición hizo oposiciones en Comisiones Obreras para llegar a donde está hoy, con una televisión que es de todo menos pública, y a sus dignos émulos que despiden a compañeros de los medios que dirigen al no tener la bula papal de quien gobierna, y a los periodistas que se limpian a diario el trasero de su conciencia escribiendo al dictado con tal de no perder su sillón. Gracias a todos quienes jalean a diario desde tertulias en televisiones y radios el invento totalitario que están organizando desde Moncloa, a los separatistas que solo quieren una Cataluña dividida entre siervos y señores, a los envidiosos, a los inútiles, a los embusteros, a los vividores, a los odiadores de profesión.
Gracias, se lo digo de corazón. Gracias porque, sin su ejemplo, no sabría dónde colocarme en este momento histórico. Está claro: en cualquier lugar en el que ustedes no estén.
Y ahora van, y lo censuran.