Los líderes del Gobierno mejicano piden que Felipe VI, en nombre de los españoles, les pida perdón por el descubrimiento y el nacimiento del Méjico reconocible en la Historia. Se ha puesto de moda pedir un perdón que no tiene efectos para los que lo exigen y tampoco para quienes lo reciben.
¡Qué distinta está posición a la que representó Willy Brant cuando se arrodilló en el gueto de Varsovia! Allí el canciller alemán representaba a un pueblo que necesitaba expiar su criminal comportamiento durante la II Guerra Mundial y, sobre todo, intentaba comprender racionalmente y espiritualmente las atrocidades cometidas unos años antes, desconocidas en la historia de la humanidad. Allí esperaban dos comunidades , la polaca y sobre todo la polaco-judia, que sanaban heridas con esa imprescindible petición de perdón alemana.
En aquel gesto reparador no había ideología, ni política de corto aliento , ni intereses, ni cálculo, ni rentabilidad. Aquel 7 de diciembre de 1970, en el gueto de Varsovia, se derramaba buena voluntad , arrepentimiento y sobrevolaba la incapacidad para comprender tanto aquella indrustrializacion de crimen como la maldad de la que era capaz el ser humano cuando se deshumaniza.
En esta petición de los dirigentes mejicanos, pasados los siglos , solo hay ignorancia histórica y oportunismo político, ideología radical y coartadas para consumo interno, cálculo frío y desdén por quienes dicen representar.
Una reflexión pendiente
En realidad la voluntad modernizadora que inspiró a los protagonistas de la independencia americana hizo que ellos mismos, muy alejados entonces de visiones russonianas que ponían en el centro de atención al indígena, fueran los que postergaron a los pueblos indígenas a situaciones indeseables en una sociedad que empezaba a ser moderna . Tal vez ellos deberían reflexionar sobre si el pretendido y solo parcialmente logrado proceso de modernización, siempre interrumpido por sus malas decisiones, mereció el sacrificio. Los revolucionarios mejicanos de principios del siglo XXI no luchaban contra España sino contra una clerecía ‘semiilustrada’, descendientes de los criollos , que amordazaban a los indígenas y al pueblo en general. Tengan humildad, sean sinceros y provoquen un diálogo honrado sobre su pasado. Esa acción tendría desde luego efectos claros en la negligente gobernanza de hoy y en el trato injusto a sus pueblos indígenas , sometidos a la pobreza y a la marginalidad social hoy en día.
Los españoles no podemos olvidar como fueron recibidos los miles de compatriotas «transterrados», como decía Gaos, después de nuestra terrible Guerra Civil
Por estas poderosas razones, yo prefiero dar las gracias a los mejicanos por la acogida de los españoles que huyeron de la negra y ofuscada España que quedaba después de la Guerra Civil. Aquellos españoles que tuvieron que exiliarse a los países hermanos de Sudamérica para mantener incólume su dignidad y poder vivir en libertad. Los españoles no podemos olvidar como fueron recibidos los miles de compatriotas «transterrados», como decía Gaos, después de nuestra terrible Guerra Civil. Tampoco olvidamos cómo fueron acogidos los españoles que durante todo el siglo XX llegaron para ganarse dignamente un trozo de pan. Entre ellos los abuelos de muchos dirigentes políticos actuales de Méjico.
En Méjico, como la paradójica historia imponía, se produjo la imagen de nuestra reconciliación nacional, hoy puesta en duda por los socios de AMLO. Fue cuando Dolores Rivas Cherif, viuda del presidente de la II Republica, Manuel Azaña, se abrazaba con el jefe del Estado Juan Carlos, rey de España, el 20 de noviembre de 1978.
En fin, allí encontraron nuestros exiliados la libertad para trabajar y para realizar plenamente sus deseos, pero también el cariño de un pueblo que les recibió con los brazos abiertos , como si fueran de los suyos.
Un trampantojo para ocultar su fracaso
Igual hemos recibido a los mejicanos que vienen a España para vivir sin las zozobras de la inseguridad que se ha extendido por aquel querido pueblo o huyendo de la pobreza.
Por ello lamento que su casta gobernante utilice a España como un trampantojo con el que ocultar su fracaso político y económico.
No somos responsables de la violencia mortal que se ejerce contra niños y mujeres, ni de la ocupación de instituciones y territorio por los narcos, ni de la pobreza que asola a los indígenas a los que dicen representar.
Si Méjico termina siendo un Estado fracasado será responsabilidad de sus dirigentes, nunca de los españoles de España, tampoco de Sor Inés de la Cruz, pronto integrada en la historia de nuestra mejor literatura y bellamente interpretada por otro gran mejicano, Octavio Paz.
De cualquier modo, gracias eternas a los mejicanos y pedirles que tengan cuidado con los invitados de AMLO, no son nada recomendables… desde luego de España no han estado los mejores.