Dice el diputado que para desactivar el problema del monolingüismo en comunidades como la vasca, en las que el nacionalismo esgrime el idioma como principal seña identitaria, basta con aprender todos euskera. Así de sencillo. Como decía Mario Onaindia, si todos los vascos nos volviésemos nacionalistas desaparecería incluso el problema nacional.
No sé hasta qué punto el diputado socialista Ramón Jáuregui es consciente de que las ideas amables que expone sobre el bilingüismo no son probablemente sino racionalizaciones de un previo sentimiento de culpabilidad por una carencia. A muchos vascos no nacionalistas les acecha el síndrome que les lleva a considerar como falta propia la ausencia en ellos de algún rasgo identitario estándar. Y digo esto porque, de otra forma, no me sería posible entender el retorcimiento de la realidad en que incurre en sus puntualizaciones (31-5-10) a mis comentarios anteriores (27-5-10).
Dice mi interlocutor que es precisamente gracias al bilingüismo como los inmigrantes murcianos o andaluces en Cataluña «han igualado en términos reales su condición de ciudadanos respecto a quienes esgrimían su condición de catalanohablantes para excluirles del trabajo o de ejercer funciones públicas». Obvio. Y maravillosa racionalización de la cesión. Resulta que al diputado socialista no le duele la discriminación laboral y pública por razones identitarias de que eran objeto los murcianos o andaluces en su propio país. No las denuncia como injustas. Al revés, lo que celebra es haber superado el chantaje cediendo a la exigencia de los chantajistas. De esta forma racionaliza felizmente el abuso: ya todos saben catalán, ya son todos ciudadanos iguales. Particular concepto éste de ciudadanía, y curioso método de valorar la discriminación o el chantaje: ceda usted a ellos y será igual.
La misma receta aplica nuestro buen diputado al problema del monolingüismo en comunidades como la vasca, en las que el nacionalismo esgrime el idioma como principal seña identitaria. Para desactivarlo, dice, basta con aprender todos euskera, así de sencillo. Si cedemos y adquirimos la identidad vasca fetén, le quitaremos al nacionalismo su afán. Obvio. Una receta para exportar: si todos los inmigrantes musulmanes se hicieran católicos, no habría en España problema identitario religioso con ellos. Y si los negros se blanqueasen en Estados Unidos, ya no tendría el racismo blanco motivos para la exclusión. Y, como decía Mario Onaindia, si todos los vascos nos volviésemos nacionalistas desaparecería incluso el problema nacional entre nosotros.
¡La verdad es que no logro entender cómo no se me había ocurrido, tan sencillo que era! Gracias por abrirme los ojos, señor diputado.
José María Ruiz Soroa, EL CORREO, 2/6/2010