ABC, 25/2/12
El nuevo presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional cree que el fin de ETA no acabará con la Audiencia Nacional, de la que quiere que se hable «lo justo». Como ciudadano y bilbaíno, opina que la banda debe «entregar las armas, disolverse y pedir perdón»
Hace apenas veinticuatro horas que fue elegido presidente de la Sala Penal de la Audiencia Nacional y, todavía emocionado, sigue celebrando la noticia con sus compañeros. «Casi no me da tiempo ni a afeitarme», confiesa sonriente en su primera entrevista tras su nombramiento. Este bilbaíno acaba de dar el salto de un juzgado central de instrucción a un puesto judicial clave para afrontar el final de ETA.
—¿Qué es lo primero que va a hacer?
—Lo primero que quiero hacer es reunirme con los compañeros de la Sala, establecer dinámicas de trabajo, criterios de interpretación homogénea en materias sensibles y hacerles ver que somos un equipo, y que yo soy uno más. De forma especial me preocupan las ejecutorias, donde hay una pendencia importante; ahí es donde dirigiré todas mis energías porque una sentencia no ejecutada o mal ejecutada no es justicia. Mi objetivo principal es que en estos cinco años se pueda hablar de la Audiencia como de cualquier otro órgano judicial; que se hable poco de nosotros, lo justo, porque eso querrá decir que se está haciendo bien el trabajo.
—¿Qué falla para que la Audiencia se asocie con jueces «estrella»?
—No falla nada. Siempre romperé una lanza en favor de todos los funcionarios que estamos destinados en la Audiencia Nacional y que desde el principio hemos contado con pocos medios. Mucha gente que ha pasado por aquí se ha dejado la piel. Lo que pasa es que se tramitan muchos temas relevantes que generan un interés público importante.
—¿Cómo se puede acabar con la imagen de una justicia politizada?
—Es una cuestión de educación de todos, de todas las instituciones, de toda la sociedad y de nosotros mismos. Con nuestro trabajo, con nuestras resoluciones tenemos que dar pruebas indelebles de que no hay ningún tipo de interferencia. Hay que tener en cuenta que la Justicia es algo más que los cuatro temas que saltan a los medios de comunicación.
—Usted no está asociado, ¿se siente más independiente?
—No creo que ser miembro de una asociacion te haga más o menos independiente. Lo que te hace independiente es tu trabajo, tu educacion, tu forma de ser, tu preparación, los principios que te han inculcado.
—¿Y esa no adscripción le ha podido beneficiar en su nombramiento?
—Creo que no me ha beneficiado, pero lo bueno es que no me ha perjudicado; no sé si en otros momentos podría decir esto o no. Es importante que no me haya perjudicado porque lo que se debe valorar es el currículum de cada uno, su historia profesional y personal.
—¿Cree que se pueden resolver los problemas de la Justicia aunque no haya dinero para invertir en ella?
—Por supuesto. No hay dinero y no podemos pedir más de lo que hay. Estamos en una época de escasez de fondos y hay que distribuirlos de la forma más adecuada. Es como una casa, cuando hay poco dinero se sabe de dónde hay que recortar para seguir tirando. Lo importante son las ganas, el interés, el trabajo. Intentar sacar de los medios que se tienen el mejor provecho y si hay que dar más el callo, se da. Pero para exigir, también hay que reconocer el esfuerzo.
—¿Tiene futuro la Audiencia Nacional sin ETA?
—Por supuesto. Si bien es cierto que el fenómeno etarra justificó su creación, el narcotráfico, las grandes defraudaciones y la delincuencia organizada han sustentado que la Audiencia Nacional tenga plena vigencia, y más ahora, en 2012, donde vivimos una realidad criminal muy distinta, que inocula su veneno en las instituciones. Lo vemos con las grandes corrupciones, y eso pone en tela de juicio al propio Estado de Derecho.
—¿El «caso Urdangarín» debería estar en la Audiencia Nacional?
—No lo sé y sería prematuro decirlo, primero porque aún no he tomado posesión como presidente de la Sala Penal; segundo, porque tengo funciones jurisdiccionales y no podría pronunciarme, pues implicaría contaminarme; y tercero, porque me gusta hablar de lo que conozco y sería temerario hacer una valoración sin conocer el caso en profundidad.
—Pero sí se puede pronunciar sobre si el trato a Urdangarín debe ser distinto o no que al del resto de los ciudadanos…
—Todos los imputados requieren el mismo tratamiento en abstracto. Luego hay circunstancias que se deben valorar: el trato a un imputado de 80 años no es igual que a otro de 30, y si un imputado tiene una enfermedad grave su trato también va a ser distinto. Lo único claro y evidente es que todo imputado es igual ante la ley.
—En su momento se le elogió por plantar cara a Batasuna en pleno proceso de paz. ¿Será siendo igual de combativo ahora?
—No me gusta hablar de «plantar cara» en términos judiciales. Si mi trabajo es una batalla, lo es únicamente en aplicación de la ley. Mi batalla no son las personas ni las partes, sino aplicar la ley a los hechos que se plantean. Y desde ese punto de vista voy a batallar en ese tema, pero también en cualquier otro que se me plantee. No tiene que haber diferencias. Soy un juez que cree en los valores que me han enseñado y en los principios de nuestro Estado de Derecho.
—¿Es partidario de conceder un trato especial a los presos de ETA?
—No soy partidario de conceder un trato especial a nadie. Soy partidario de aplicar la ley a todos los imputados y condenados. De lo que no soy partidario es de aplicar la ley de una forma diferenciada, porque la ley no prevé esa diferenciación.
—¿Las víctimas están bien tratadas o tienen motivos para querer distinguir entre vencedores y vencidos?
—Déjeme que la segunda parte no la conteste y permanezca en mi intimidad. Sí me importa el tema de las víctimas. Soy vasco. He vivido en Bilbao el drama de las familias víctimas del terrorismo de ETA en los años 80. He visto cómo la Iglesia de San José estaba vacía durante los funerales, que casi se hacían en la clandestinidad. Y no me las voy a dar de que yo iba, porque yo tampoco iba. Luego, con movimientos como Gesto por la Paz, se empezó a generar una mayor implicación social, pero hasta hace muy poco las víctimas no han tenido el reconocimiento general que se les debía dar. Ellas han sido las protagonistas involuntarias de los hechos criminales durante 50 años y por eso debemos tener una especial fijación en garantizar sus derechos, en darles protección y en que se sientan amparadas. Estas víctimas han sido olvidadas hasta principios del siglo XXI.
—¿Qué debemos exigir a ETA para creer realmente en su final?
—Creo que puedo contestar como ciudadano y bilbaíno. Algo obvio: que se disuelva, que entregue las armas y que pida perdón.
—¿Qué se le pasa por la cabeza cuando ve la actitud desafiante y chulesca de los etarras en los juicios?
—Tenemos que comportarnos como auténticos profesionales, exigiendo que la ley se respete y se materialice en todo momento, también en el juicio.
—¿Hay motivos para ilegalizar a Bildu y Amaiur?
—No lo sé. No he manejado ningún asunto de estos.
—¿Ha hablado ya con el ministro de Justicia?
—Sí, me felicitó el jueves por la tarde. Una felicitación cordial.
—¿Cree que Garzón ha sido objeto de una persecución, como él mismo denuncia?
—Como miembro de la carrera judicial solo puedo creer en la independencia del Tribunal Supremo. El día que deje de creer en esa independencia me marcharé de la carrera.
—¿La respuesta policial ha sido proporcional a las algaradas en Madrid y Valencia?
—En estos casos, hay que investigar si la fuerza empleada era adecuada a las circunstancias. Lo importante es que todos los órganos de un Estado de Derecho funcionen correctamente y que se vean sometidos a todos los controles que sean necesarios. Y me refiero a los policías, a los políticos, a los jueces… Es importante que haya sistemas de control y que todos nos acostumbremos a que se nos controle.
ABC, 25/2/12