Iñaki Ezkerra-El Correo

El Festival de Cine de San Sebastián, que cerrará este septiembre que ahora comienza, contará con el estreno de la versión restaurada de ‘Surcos’, una polémica película de 1951 que, aunque de innegable inspiración falangista, está hoy considerada como una obra maestra y una creación pionera del neorrealismo español. Falangista fue su director, José Antonio Nieves Conde, como falangista fue todo el equipo que trabajó en su argumento y en su guion: desde Gonzalo Torrente Ballester a Eugenio Montes y su esposa, Natividad Zaro, la actriz y dramaturga que fundó el Teatro Nacional de Falange con Dionisio Ridruejo y Luis Escobar.

Pese a todo ese nutrido elenco de vencedores de la Guerra Civil, la película sufrió la censura franquista y fue calificada por las autoridades del régimen de «gravemente peligrosa» por la descarnada crudeza con la que retrataba a la España de aquellos días, la del éxodo rural y la de un Madrid marcado por el hambre, la pobreza, la prostitución, las mafias criminales del estraperlo… No hay contradicción entre la filiación ideológica de los autores de la cinta y su brava denuncia de carácter social. Éste fue uno de los rasgos que emparentaron a los fascismos y filofascismos con las izquierdas en Europa: su idiosincrasia obrerista. Pese a que hoy se presente a los dos bandos del 36 como monolíticos, hubo en ambos lados un buen número de fisuras, matices, disidencias, ingredientes salvables y condenables. Los mismos Torrente Ballester y Ridruejo que se pasearon con correaje y pistola durante la contienda, dejaron obras notables, tuvieron conciencia social y acabaron apoyando al socialismo democrático de la pre-Transición.

No. No todo fue blanco o negro, rojo o azul. Y el mismo hecho, la censura, que convirtió esa película en maldita es el que hoy le da el pasaporte para un reconocimiento en San Sebastián que es un grato signo de normalidad democrática. Pero no nos quedemos en la loa solo porque fue una obra censurada. Advirtamos lo que, paradójicamente, sigue hoy teniendo de «gravemente peligrosa»: deshace la mentira de una España dividida entre rojos y fachas. Y nos dice que incluso en el cine en blanco y negro existen muchas tonalidades del gris.