SANTIAGO GONZÁLEZ 28/01/13
· Quiero decir en primer lugar que yo no llegué a conocer personalmente a Gregorio Ordóñez y no puedo, por tanto, hablar de vivencias comunes, de recuerdos compartidos, de esa clase de experiencias vitales que forjan las amistades y las relaciones entre las personas.
Quiero decir también que no siempre estuve de acuerdo con él, dentro de la admiración básica que sentía por un político muy inteligente y con unas dotes extraordinarias de comunicador. Pero hubo algo que a mí y a todos ustedes, nos ha ligado para siempre a la figura de Gregorio.
En las vida de las personas hay hechos que nos marcan, que son hitos, mojones en el camino. Siempre recordaremos lo que estábamos haciendo cuando nos sorprendió una determinada noticia que nos cambió el día y en cierto sentido también la biografía. Y el asesinato de Gregorio fue uno de esos acontecimientos.
Quiero hacer una primera observación. Son muchas las ocasiones en que, con esta querencia que tenemos por las frases hechas, por lo que Orwell llamaba ‘metáforas moribundas’, hemos oído en los últimos tiempos la expresión “la derrota de ETA”. Con particular intensidad desde que el 20 de octubre de 2011, la banda anunció “el cese definitivo de la actividad armada”.
Sepamos qué quiere decir ‘derrota’ y qué quiere decir ‘definitivo’. Cuando los dos partidos mayoritarios en la sociedad española firmaron en diciembre de 2000 el ‘Pacto por las libertades y contra el Terrorismo’, Zapatero no había llegado al poder y el lenguaje era más unívoco. Allí, al final del preámbulo se mencionaba la palabra:
“Desde el acuerdo en el diagnóstico y en las consecuencias que de ello se derivan, el PP y el PSOE queremos hacer explícita, ante el pueblo español, nuestra firme resolución de derrotar la estrategia terrorista, utilizando para ello todos los medios que el Estado de Derecho pone a nuestra disposición”.
Se trataba de derrotar la estrategia terrorista y es aquí donde topamos con un primer error de bulto.
Consiste en tomar por objetivos del terrorista lo que no es más que su instrumento para alcanzarlos. Conviene desterrar un lugar común que hemos oído infinidad de veces: lo importante es que han dejado de matar. No negaré que es un hecho relevante, como no he negado, ni quiero, que ETA ha sido derrotada en su práctica terrorista por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
ETA ha dejado de matar. Eso es verdad. Durante la negociación de Zapatero, los partidarios de la misma iban llevando la cuenta de los meses sin asesinatos: “Llevamos tres años y medio sin muertos”, decían un mes antes de que el proceso de paz de Zapatero se llevara las vidas de Estacio y Alonso Palate entre las ruinas de la T-4. Fue Pilar Ruiz Albisu la que desmontó elocuentemente la falacia: “Yo llevo tres años y medio con uno”.
O sea, que los muertos no prescriben. Pero es que, además, los terroristas no son psicópatas que se satisfacen con el asesinato, sino totalitarios que buscan el poder. No matan para obtener placer, sino para atemorizar a la sociedad y causar el desistimiento ciudadano.
Para ver lo absurdo de la argumentación pensemos en delincuentes de otras especialidades. Un violador, por ejemplo. Otro ejemplo, un atracador de bancos. Hay que distinguir la amenaza del verdadero objetivo. El violador no quiere degollar a su víctima, a la que amenaza con una navaja en descampado. El atracador no quiere acribillar a tiros al cajero de la sucursal. El primero pretende que su víctima deponga toda resistencia. El atracador se conforma con que le abran la caja y le entreguen el dinero.
Una segunda apreciación que se deduce de esto es que no hay derrota sin costes para el derrotado; no es derrota si el presunto perdedor impone las condiciones, mucho menos si consigue sus fines.
La derrota implica su reconocimiento, en este caso la deposición y entrega de las armas. Lo que podríamos llamar en metáfora popular ‘cantar la gallina’. Voy a poner un ejemplo de lo que es la derrota: la rendición del nazismo ante las fuerzas aliadas. En mayo de 1945, el ejército alemán trató de negociar los términos de su rendición. El comandante en jefe de Aliados en Europa era sin duda un demócrata, Ike Eisenhower, que ocho años más tarde fue elegido presidente de los Estados Unidos. Y dijo que bueno, que el argumento de su negociación tenía un nombre: ‘Capitulación sin condiciones’.
Eisenhower se negó a ver al general Jodl hasta que éste firmara la rendición. Cuando le dijeron que estaba hecho, entró en la sala. El general alemán se puso de pie y el recién llegado preguntó, sin otra ceremonia: “¿Han entendido ustedes los términos de su rendición incondicional y están dispuestos a cumplirlos?” Jodl se cuadró y asintió con la cabeza. Esa fue la negociación.
No parece ser el caso. Hace cinco días, Txapote, el asesino de Goyo, comparecía ante la Justicia por el atentado contra el cuartel de la Guardia Civil de Ágreda, junto a su cómplice, Ignacio Guridi Lasa. Ambos se mostraron desafiantes, hicieron alarde de no acatar al tribunal y calificaron el juicio de ‘teatro’.
ETA está derrotada, pero no se ha enterado todavía.
Tal vez pdrían sufrir el síndrome del soldado japonés que no se rinde. Hubo varios que vagaron 25 años o más por la jungla indonesia hasta ser ¿detenidos?¿rescatados? En los años 70, pero tampoco es éste el caso. ETA es una organización terrorista en liquidación, pero que todavía no se ha dado por vencida. Han sido derrotados, pero ellos todavía no lo saben, y si lo saben, lo disimulan con eficacia. Decíamos que el terrorista no tiene como objetivo final el asesinato. Solo quiere que su expresión política conquiste el poder, tal y como ha hecho Bildu en esta ciudad y en esta Guipúzcoa a las que tanto quería Gregorio Ordóñez.
Llegados a este punto hay que preguntarse qué pensaría Gregorio si pudiera ver esto. No podría entenderlo, claro. En 1987, el partido de Gregorio, AP, tenía en San Sebastián tres concejales y 10.000 votos. Herri Batasuna tenía seis. En 1991, ya como Partido Popular y bajo su dirección, los concejales eran cinco, los mismos que sacó HB.
En las elecciones europeas de junio de 1994, el PP fue el partido más votado en San Sebastián. A Goyo lo asesinaron cuatro meses antes de las municipales de 1995, en las que el PP revalidó su condición de partido mayoritario en esta ciudad, con 7 concejales. El PSE, que había integrado a Euskadiko Ezkerra, también 7, los mismos que sumaban los dos partidos antes de la fusión. Herri Batasuna había bajado a 3.
Bildu sacó en las municipales de 2011 ocho concejales. El PP y el PSE sumaron 13. Y hoy gobierna el municipio un tipo de Bildu. ¿Cómo no preguntarse qué pensaría Gregorio? No nos haga trampas en las sumas, podría decir cualquiera de ustedes. El Bildu que gobierna San Sebastián y Guipúzcoa tiene dentro a Eusko Alkartasuna y aquí quiero hacer una segunda consideración: Yo recuerdo, todos podemos recordar a buena gente de EA en Guipúzcoa, a personas como Imanol Murua o José Antonio Rekondo, personas cuyo credo nacionalista no compartía, pero con un compromiso inequívoco contra el terrorismo. EA es ahora material fundido en el magma de la Izquierda Abertzale, lo único que le confiere hoy un cierto sentido.
Hoy se ha cumplido una vez más una ley inevitable. Los partidos que se afanan para disponer lo que en metáfora resobada se llama ‘pista de aterrizaje’ acaban sirviéndose de su artilugio para despegar. Inevitablemente.
Hay otra cuestión que se ha repetido casi exactamente en las dos ocasiones en las que ETA ha ofrecido una tregua. Inexplicablemente fueron los partidos democráticos los que mostraron mayor urgencia en conseguir algo que debería afectar fundamentalmente a los terroristas y a sus cómplices políticos.
En 2006 fue que Batasuna presentara unos nuevos Estatutos para poder ser legalizada con otra marca. Tanto interés pusieron que los batasunos acabaron convencidos que su legalización era una necesidad de la democracia española y, naturalmente, se dispusieron a pedir un precio por ello. Todo había empezado, recuerden, con una carta que ETA escribió a Zapatero en el verano de 2004, en la que, según explicó el destinatario, afirmaba su voluntad de abandonar la violencia sin cobrar un precio político por ello.
La historia se ha repetido punto por punto. El 20 de octubre de 2011, la banda anunció “un cese definitivo de su actividad armada” y la expresión se convirtió en un artículo de fe para una buena parte de los demócratas. No importa que desde entonces se haya detenido a terroristas con material electrónico para construir ingenios explosivos o con armas, como la pareja detenida por los gendarmes hace dos semanas en Francia con un revólver.
Y lo que es aún más sorprendente: siguen diciendo que el abandono de ETA es definitivo mientras urgen al Gobierno a moverse con el fin de no frustrar el proceso. Ellos se mueven, ciertamente. Hemos visto esta misma semana cómo la mayoría del Parlamento vasco ha caído en la indignidad de designar senador en nombre de esta Comunidad Autónoma a un tipo acusado de ser el correo de ETA con sus terroristas encarcelados. Propuesto por EH Bildu. Otro hecho que revela continuidad: igual, el mismo modus operandi que el de Batasuna cuando propuso como su representante en la Comisión de DDHH del Parlamento Vasco a Josu Ternera, jefe de la banda terrorista con acta de parlamentario.
Hemos visto al Tribunal Constitucional asumir un papel que no le correspondía para enmendar la plana al Supremo y hemos visto la presión que desde la política se ha ejercido sobre ambos. El Constitucional legalizó primero a Bildu y después a Sortu, que hoy celebra asambleas para organizarse con la misma estructura de la ilegalizada Batasuna y se prepara para culminar su congreso constituyente el próximo 23 de febrero.
Hoy son legales la coalición y el partido de los cómplices políticos del terrorismo. Sin dejar de ser quienes eran, sin haber roto con la ejecutoria de ETA, haber condenado uno solo de los 858 asesinatos de la banda o contribuir a aclarar ninguno de los 326 asesinatos que continúan sin esclarecer.
El Tribunal Constitucional dio por buenos los Estatutos y la explicación exactamente igual que dieron en Bilbao al presentarlos Rufi Etxeberria e Iñigo Iruin.
Dijo el primero: “el compromiso del partido político con las vías exclusivamente políticas y democráticas es firme e inequívoco”.
Iruin dejó constancia de: “nuestra apuesta por las vías exclusivamente políticas y democráticas”.
La expresión estaba calcada de la que figuraba en el Pacto de Legislatura que Ibarretxe firmó con los 14 parlamentarios de Euskal Herritarrok el 19 de mayo de 1999. Con exactamente las mismas palabras:
“Reiteramos nuestra apuesta inequívoca por las vías exclusivamente políticas y democráticas para la solución del conflicto de naturaleza política existente en Euskal Herria.”
Uno de los firmantes era Josu Ternera.
¿Cómo no plantearse qué pensaría de todo esto Gregorio Ordóñez?¿Cómo no preguntarse qué sería de este país si ETA no nos hubiera privado de personas como Gregorio Ordóñez, como Fernando Buesa, Fernando Múgica y tantos otros? Repito que lamento no haberle conocido, aunque hay pruebas más que sobradas de su capacidad intelectual, de su coraje y su valor político y moral. Para admirar sus cualidades como persona, como hombre, bastaría considerar que mereció ser querido por una mujer a la que todos admiramos y queremos tanto: mi amiga Ana Iríbar.
San Sebastián, 26 de enero de 2013
SANTIAGO GONZÁLEZ 28/01/13