LIBERTAD DIGITAL 16/04/13
CAYETANO GONZÁLEZ
Es todo un síntoma de lo que sigue pensando ese sórdido mundo que rodea a ETA –lo que algunos denominan ahora «la izquierda abertzale»–, que siempre ha jaleado los crímenes de la banda terrorista, que nunca los ha condenado, que no reconocerá el daño causado y que, por supuesto, no pedirá jamás perdón a las víctimas.
Sucedió el pasado viernes en el aeropuerto vizcaíno de Sondika a la llegada del cadáver del que fuera jefe de ETA Javier López Peña, Thierry, fallecido hace unos días en un hospital de París como consecuencia de un derrame cerebral. La parafernalia fue la empleada por los simpatizantes de ETA en ocasiones similares: muchas ikurriñas, un aurresku de honor delante del féretro en plena pista y los gritos de rigor: «Gora ETA» y «Gora ETA militarra». Ya tiene su aquel que a un vil terrorista se le pueda hacer un recibimiento de ese tipo, como si de un héroe de guerra se tratara. Lo malo es que para los asistentes y en general para la izquierda abertzale Thierry era exactamente eso: un héroe de guerra.
Pero los gritos a favor de ETA provocaron una rápida reacción tanto del delegado del Gobierno en el País Vasco, Carlos Urquijo, como del fiscal jefe del Tribunal Superior del País Vasco, Juan Calparsoro. Ambos declararon que lo sucedido en el aeropuerto de Sondika podía ser claramente un acto de enaltecimiento del terrorismo. Por ello, en el acto homenaje celebrado esa misma tarde en el frontón de Galdácano, la localidad natal del exjefe de ETA, los organizadores del acto empezaron dirigiéndose al público con las siguientes palabras: «Esta mañana hemos cometido algún fallo», en un claro aviso para que no se repitieran los gritos a favor de la banda terrorista.
Es decir, gritar «Gora ETA», para los que lo hicieron el pasado viernes en Sondika y durante tantos años en las calles del País Vasco, no es una inmoralidad; no es enaltecimiento del terrorismo; no es jalear a una banda de criminales que ha asesinado a 857 personas; no es una ofensa a las víctimas del terrorismo. No, es simplemente «un fallo» que conviene evitar, no sea que por un quítame allá esas pajas algunos puedan acabar en la cárcel.
Lo narrado es algo más que una anécdota. Es una muestra de lo que ha venido sucediendo en el País Vasco durante varias décadas. El terrorismo ha causado una grave enfermedad moral en la sociedad vasca, de la que tardará muchos años en recuperarse, aun en el supuesto de que ETA desapareciera para siempre. El daño producido es enorme. Son muchos años en los que la inmensa mayoría de esa sociedad ha estado mirando para otro lado; son muchos años dejando solos a los amenazados; son muchos años en los que se ha permitido con total impunidad marcar y señalar a los no nacionalistas, como hacían los nazis con los judíos; son muchos años en los que, cuando se cometía un atentado, muchos lo justificaban con esa terrible sentencia de «Algo habrá hecho»; son muchos años, en definitiva, donde los gritos de «Gora ETA» o «ETA mátalos» formaban parte del paisaje.
Ahora que se encuentran tan crecidos después de que el Gobierno de Zapatero y el Tribunal Constitucional presidido por Pascual Sala los legalizara; después de conseguir un poder en las instituciones vascas como nunca han tenido, son ellos mismos los que piensan: ¿por qué no vamos a poder seguir recibiendo con todo tipo de honores a nuestros héroes de guerra?, ¿por qué no vamos a poder seguir gritando «Gora ETA»? Buenas preguntas para que sean contestadas por el actual presidente del Gobierno y por el fiscal general del Estado. Y buena ocasión para agradecer a los Zapatero, Eguiguren, Rubalcaba, Patxi López, Conde Pumpido o Pascual Sala de turno el gran trabajo realizado en los últimos años para legalizar al mundo de ETA, que ni se ha disuelto ni ha entregado las armas.