ARCADI ESPADA, EL MUNDO 14/12/13
· A lo largo de su historia el nacionalismo catalán ha demostrado desconocer varias y sustanciales leyes de la física. Ahora su ignorancia afecta a ese imperativo según el cual los líquidos sometidos a una temperatura adecuada adquieren una consistencia sólida.
El punto álgido, concretamente. Algunos monos gramáticos llevan años ironizando sobre el uso analfabeto de álgido como punto crítico, es decir, caliente, porque ignoran que la nieve quema. Es probable que el presidente Rajoy haya llevado frente al nacionalismo catalán una política líquida, claramente desangelada para algunos temperamentos sentimentales entre los que me cuento. Yo creo que al nacionalismo se le ha de dar lo que pide, que es su ridiculización incesante: buena parte de su éxito local se debe a que su carácter no ha sido sometido a una risa batiente, generalizada y demoledora. Es impresionante pensar que el nacionalismo no sólo no se toma en España como una cosa siniestra, sino que, sobre todo, se toma como una cosa respetable. El presidente Rajoy siempre ha preferido la liquidez. Hasta tal punto que una tarde dijo que no iba a contestar no sé qué pregunta sobre Parot porque llovía. Ahora bien, la liquidez está sometida a la temperatura y cuando ayer el presidente Mas la llevó con su afán de interrogancia hasta un cierto nivel se encontró con el hielo. Frío, sí; pero sólido. Días antes el presidente Rajoy se había explicado, casi con ingenuidad, en las páginas del diario El País. Es que no podría autorizar la consulta aunque quisiera. «No quiero», repetía, «pero es que además no puedo». Era evidente que, tal como había articulado el discurso, el no puedo pesara más que el no quiero. Y comprendo que era un nuevo argumento para los que ven en el hombre Rajoy a un peligroso tipo pusilánime; pero a mí me tranquiliza que en vez de Rajoy responda el Estado. Yo confío mucho en las máquinas.
Hay otra R incrustada en esa máquina, y es la de Rubalcaba. También su respuesta ha sido impecable. Es probable que, aparte de su reacción dicha y firmada, la del propio presidente tuviera algo también de las manos, o al menos de los ojos, del líder de la oposición. El acuerdo de fondo entre uno y otro es el más importante que ha tomado el Estado desde el plan Ibarretxe. Y tendrá la misma eficacia. Aún quedan dos erres. Menores, pero ya perfectamente incrustadas en la defensa de la ley: Rosa díez y albert Rivera. Su influencia no sólo estriba en el creciente número de votos que les dan los ciudadanos, sino en la influencia inexorable que ejercen sobre las decisiones de los partidos mayoritarios. Una importante novedad de la política española es que las minorías ya no sólo son nacionalistas.
Mientras se mantengan estas condiciones de consenso es indiferente que el presidente Mas siga erre que erre con su Referéndum. (Disculpa que no haya otra letra en esta carta, pero en este árido oficio no se pueden despreciar las amables dádivas del destino). Sin embargo, para apreciar el fracaso de la iniciativa nacionalista ni siquiera es necesario aludir al engranaje del Estado que tiene enfrente. Es su propia debilidad interna la que resulta manifiesta. Observa bien esa foto que llaman histórica comme d’habitude, sin atender al juicio de la Historia. Observa el grupo que sustenta los planes de Mas: descorbatados, descamisados y descalzados: la batasunización estética de la política catalana avanza. Mas ha reunido en torno a su proyecto a toda la marginalidad catalana, incluido el puro lumpen político. En esa foto no está, ni de lejos, el mainstream, empezando por todos esos muchos votantes de CiU que la votan con fidelidad, siempre y cuando se rodee de buenas compañías. Hay quien se hace cruces analíticas de que el presidente Mas no haya pactado los tiempos y el contenido de su proyecto político con el Estado. Hay analistas realmente clínicos en este mundo. ¡Cómo va a pactar el presidente Mas con el Estado algo que en Cataluña ha pactado con el chófer de Otegi (© del experto en chóferes Salvador Sostres)! La foto de ayer del presidente Mas y sus aliados no sólo supone que se ha puesto al otro lado de la razón, de la lógica y de la estética; es que se ha puesto del otro lado de la calle y de la ley. Y, como no podía ser menos, ocupando este lugar se ha puesto en contra de los ciudadanos. Hay unas luminosas palabras de Allen Buchanan en su Secesión, que quiero traerte:
«Cuando un Estado se resiste a la secesión alegando que eso conlleva una apropiación indebida de parte de su territorio, la base de su reacción se debería entender como la acusación de que los derechos a la propiedad privada de algunos ciudadanos se vulnerarían si se produjese la secesión, y que la toma de cualquier tierra pública que sea parte del territorio que se secesiona también privaría al pueblo, entendido como una comunidad intergeneracional, de aquello que es suyo y que se supone que el Estado debe proteger».
En efecto. Los nacionalistas han conseguido un triunfo evidente al hacer pasar sus planes como el de un enfrentamiento con España. Han conseguido también que su supuesto derecho a decidir se considere una reivindicación democrática, ¡incluso por demócratas! Pero nadie pone nunca negro sobre blanco el fondo infamante e irrevocable de su propósito. Esta apropiación indebida. No contra España. Sino contra sus ciudadanos, incluidos, obviamente, los catalanes. Que el nacionalismo es un robo es una evidencia ontológica. Y que un Estado democrático debe respetar la propiedad privada, también lo es. Las cuatro R contra el referéndum deberían empeñarse en hacer comprender al mundo que sólo se trata de neutralizar a los ladrones. No por cursis, menos ladrones.
ARCADI ESPADA, EL MUNDO 14/12/13