JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS – EL CONFIDENCIAL – 12/03/17
· El presidente de C’s debería buscar la forma de conducirse en la política de ahora como un cimarrón. Y si la legislatura se frustra, será Rajoy el que deba una explicación del fiasco y no él.
Se veía venir. El PP firmó en agosto pasado el pacto de investidura con C’s porque eran “lentejas” pero con el ánimo de eludir los compromisos más incómodos de los introducidos por el partido de Rivera. Rajoy ha venido desarrollando una estrategia de ninguneo a C’s que ha consistido en mostrar de forma reiterada que sus votos eran prescindibles en tanto el Gobierno lograse ponerse de acuerdo con el grupo parlamentario socialista. Y lo ha conseguido (techo de gasto, medidas fiscales, salario mínimo interprofesional) hasta que la crisis del PSOE ha rebrotado, ha estallado el caso Auditorio en Murcia y C’s ha exigido el cumplimiento del acuerdo relativo a la constitución de una comisión de investigación parlamentaria sobre la presunta financiación ilegal de los populares, asunto que se ha actualizado en los últimos días con nuevas revelaciones sobre la trama Púnica en Madrid.
Rajoy y su partido no están gestionando con la buena fe que exige el cumplimiento de los pactos alcanzados con Ciudadanos. Sea o no precoz la línea roja procesal que señala el momento de la asunción de responsabilidades políticas, el PP y C’s acordaron que un responsable público imputado –ahora, investigado– debe retirarse. Es lo que debiera hacer el presidente popular de Murcia, más allá de que el momento procesal en el que se le reclama su dimisión sea inicial, porque su marcha no depende del trámite judicial en el que se encuentra sino del compromiso firmado de irse en este momento y no en otro posterior.
El acuerdo entre populares y C’s es claro aunque Rajoy aduzca que la comisión podría constituirse tanto en el Congreso como en el Senado.
Lo mismo ocurre con la investigación parlamentaria de la presunta financiación irregular del PP. El acuerdo entre populares y C’s es claro aunque Rajoy aduzca que la comisión podría constituirse tanto en el Congreso como en el Senado porque en el texto acordado no se especifica a qué Cámara le correspondería. La buena fe y el uso político deberían ayudar a interpretar correctamente este aspecto: es evidente que C’s estaba refiriéndose a la Cámara Baja, y no al Senado, en el que el PP dispone de mayoría absoluta. El presidente del Gobierno puede aducir ese argumento pero no dejará de consistir en un filibusterismo.
El hecho de que Rivera y C’s tengan razón en sus planteamientos ante el Gobierno y el PP, no les apoderan de recursos políticos holgados para castigarles por los incumplimientos. Porque para echar de su cargo a Pedro Antonio Sánchez de la presidencia de la comunidad murciana, los naranjas tienen que aliarse, además de con el PSOE –lo que no sería mayor problema– también con Podemos, lo que sí lo es, dado el electorado de C’s tan cercano al del PP. Y ocurre lo mismo en el caso de la investigación parlamentaria de la financiación popular: C’s tiene que contar con los socialistas, pero también con el grupo parlamentario confederal Unidos Podemos-En Comú Podem-Marea. Ayer ya se comprobó en una reunión casi clandestina que la relación entre morados y naranjas no es sostenible.
El votante de Ciudadanos entiende a la perfección que Rivera exija el cumplimiento del pacto con el PP porque afecta, además, a la regeneración democrática que ha sido la gran promesa en su campaña electoral. Entiende, incluso, que para obligar al Gobierno y al PP, Ciudadanos se alíe con los socialistas, pero entenderá peor –acaso, no lo hará– que tenga que apoyarse en Podemos que es una fuerza en las antípodas de C’s. Los electores del partido de Rivera –con matices según territorios– se mueven en el centro izquierda (socialdemócratas, especialmente en Cataluña) y centro derecha (liberales, especialmente en el resto de España). Son ciudadanos que, en una proporción alta, dejaron al PP tanto en diciembre de 2015 como en junio de 2016 y, en menor medida, al PSOE. No ‘ven’ a su partido en colaboración con Podemos. En absoluto; por más que la organización que dirige Pablo Iglesias disponga de toda la legitimidad democrática en su función representativa.
Si Rivera no mide sus pasos puede salir derrotado ante sus electores después de haber acumulado toda la razón en su pulso con RajoyAlbert Rivera, como Julio César, avisado por su mujer Calpurnia y la adivina Espurina, debe guardarse de estos idus de marzo –el mes de la guerra– porque si no mide sus pasos, y por mucha razón que tenga, se puede encontrar pinzado entre las maniobras de colmillo retorcido de un experimentado PP y las añagazas de Podemos y salir derrotado ante sus electores después de haber acumulado toda la razón en su pulso con Rajoy. Digan lo que digan el presidente y Rafael Hernando, éste con su inconfundible estilo, Albert Rivera tiene en su mano una herramienta que podría manejar sin la colaboración de otros grupos: la negociación de los Presupuestos Generales del Estado. Sin su apoyo no se aprueban de manera alguna porque el PSOE no está en condiciones de apoyarlos. Y en Murcia quizás bastaría retirarle el apoyo –como ya se ha hecho– a Pedro Antonio Sánchez, haciéndole imposible gobernar, en vez de actuar en comandita con Podemos.
Rivera habrá observado el amplio y sólido apoyo de que disponen el PP y Rajoy en los medios de comunicación y en otros circuitos de poder e influencia. Bien pertrechado de razones como ahora está, ha de jugar sus bazas para obligar a los populares a cumplir los pactos firmados de tal manera que los idus de este marzo convulso no le propicien la suerte fatal que le granjearon a Julio César que fue al foro para recibir la condición imperial y acabó cruelmente acuchillado por, entre otros, su hijo adoptivo Bruto. Es verdad que eso ocurrió en el año 44 a. C. pero la historia se suele repetir y el pasado siempre regresa. Busque, Albert, la forma de conducirse en la política de ahora más como un cimarrón que como miembro de manada. Y si la legislatura se frustra, será Rajoy el que deba una explicación del fiasco y no él.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS – EL CONFIDENCIAL – 12/03/17