Mayte Alcaraz-El Debate
- Cuando el tristemente fallecido Vara le entregó las llaves de la vivienda presidencial hace dos años, «la casa del río» como es conocida en Mérida, le dijo cariñosamente: «Es tu momento, María». Vuelve a serlo
María Guardiola Martín (Cáceres, 47 años) convocó elecciones por «una decisión personal», que trasladó a Génova, y que obligó a los socialistas extremeños a arrostrar, contra la voluntad de medio PSOE e incumpliendo su código ético, a un aspirante que se enfrenta a un juicio por prevaricación y tráfico de influencias en la contratación del hermano del presidente del Gobierno. Un cortafuegos para el hermano del encausado; razón por la que le ha mantenido.
El Partido Popular ha ganado las elecciones en Extremadura, aunque solo ha conseguido un escaño más, hasta 29, y no logra la mayoría absoluta. Mientras, el PSOE se ha desplomado hasta su mínimo histórico y se queda con 18 escaños, diez menos que en 2023. Pese a la incontestable victoria, la popular María Guardiola no ha gestionado bien sus expectativas y sigue necesitando a un Vox mucho más fortalecido, que ha logrado 11 escaños, 6 más que en 2023.
La primera mujer presidenta en Extremadura y funcionaria del grupo A, es la baronesa que se ha enfrentado más abiertamente a Vox, y en especial a Santiago Abascal. Durante la campaña el líder de Vox pidió el relevo de la baronesa si no se avenía a negociar con él un programa de máximos. Ella le llamó «machista», él a ella «la Irene Montero del PP» y Feijóo le respaldó asegurando que «nuestros candidatos no son marionetas». El enfrentamiento viene de lejos dado que la aspirante popular, que disfruta de una excelente relación con el líder del PP, y no menos buena con Ayuso, protagonizó uno de los episodios políticos más polémicos tras las elecciones autonómicas de 2023; ya entonces demostró su escasa sintonía con el partido de Abascal.
No quiso caldo, pero tuvo que tomarse una taza hasta el borde e incluir a un consejero de Vox, que luego salió del Gobierno por las medidas en torno a los menores no acompañados
Una lección muy aprendida en las consultorías de comunicación es que los políticos son los ciudadanos mejor alimentados porque tarde o temprano tienen que tragarse sus palabras. María Guardiola tuvo que hacerlo con las suyas cuando, en plenas negociaciones para formar Gobierno con Vox, manifestó que «no puedo dejar entrar a quien no condena la violencia machista» y, con vehemencia, descalificó al partido cuyo concurso, en mayor o menor medida, era imprescindible para convertirse en la primera mujer, además sin carné de partido, en presidir esa tierra de conquistadores. No quiso caldo, pero tuvo que tomarse una taza hasta el borde e incluir a un consejero de Vox, que luego salió del Gobierno por las medidas en torno a los menores no acompañados. Guardiola resolvió el entuerto con muchas lágrimas y un baño de realidad.
La presidenta extremeña, de marido e hijos (Carmen y Jorge) del Barça y apellido culé, es una de las voces más atípicas de su partido. «Yo soy yo y lo único que me importa son los extremeños», sostiene. Tiene una excelente imagen entre los que han trabajo con ella, que le reconocen una sólida formación académica -se graduó en Empresariales- y una habilidad gestora que engrasó durante su paso por la secretaría de Hacienda de Monago. Tras recalar en la política municipal en su Cáceres natal dio el salto a la escena nacional de la mano de Pablo Casado y García-Egea que la eligieron para sustituir a Monago. Como Mazón, consiguió ser confirmada por Feijóo y ganar la batalla a su eterno oponente, Fernando Pizarro, el alcalde de Plasencia. Enseguida supo que si defendía un discurso moderado podría convertirse en una candidata transversal -hoy Feijóo fía a ese perfil y al voto útil noquear al moribundo PSOE extremeño-, a la que respaldarían incluso los tradicionales electores de Ibarra o Vara, desencantados por la connivencia del partido regional con los desafueros de su jefe de Moncloa. Terminó empatando en escaños con el fallecido Vara, pero el expresidente no logró ahormar una mayoría.
Hoy, su principal objetivo es mantener abierta la central nuclear de Almaraz y salvar sus 4.000 puestos de trabajo, además de dotar a su Comunidad de un tren moderno
La estrategia de lavado de cara del PP extremeño la dirigió Santiago Martínez-Vares, ex asesor de Zoido en el Ayuntamiento de Sevilla, que fue sacrificado cuando la fallida negociación con Vox, que casi hizo saltar por los aires la posibilidad de Gobierno para la derecha. Pero lo cierto es que esa centralidad del partido hizo daño al voto casi biológico de la izquierda en Extremadura, que encontró acomodo en el PP de Guardiola. Una Comunidad bien subvencionada con dinero público, que durante 40 años se le había atragantado al PP, con el paréntesis de 2011 a 2015 de la efímera legislatura de Monago, quizá otro perfil indómito como el de la aspirante a revalidar el puesto.
Hoy, su principal objetivo es mantener abierta la central nuclear de Almaraz y salvar sus 4.000 puestos de trabajo, además de dotar a su Comunidad de un tren moderno. Su perfil feminista, heredado de su madre y su abuela, le servirá para poner contra las cuerdas al PSOE de Ábalos, Salazar y Tito Berni. Cuando el tristemente fallecido Vara le entregó las llaves de la vivienda presidencial hace dos años, «la casa del río» como es conocida en Mérida, le dijo cariñosamente: «Es tu momento, María». Vuelve a serlo.