Jon Juaristi-ABC

  • La bandera de Ucrania es hoy nuestra bandera, la de toda la humanidad libre, pero seamos conscientes de que es y debe ser una bandera de guerra

El jueves por la tarde, en Vilna, acudo a la concentración para condenar la invasión de Ucrania ante el Parlamento lituano, desde donde partirá la manifestación hacia la Embajada rusa. Miles de asistentes, a pesar del frío extremo. Va anocheciendo mientras la plaza se llena de gente. Jóvenes, muy jóvenes en su mayor parte. Banderas bálticas, polacas, bielorrusas, pero, sobre todo, banderas ucranianas. Una enorme bandera ucraniana horizontal sostenida por un nutrido grupo de chicos y chicas abrirá el cortejo. No se oyen claros clarines ni se anuncia la espada con reflejo vivo ni mortecino. El silencio es roto muy rara vez por consignas contra la guerra y por algunos gritos aislados de Putin asesino, en lituano, polaco o inglés. Y cantos muy tristes y contenidos, como antífonas o responsos, sin acentos bélicos.

En resumen: se trata de una concentración cívica. Me recuerda, de hecho, las concentraciones contra ETA de hace veinte o veinticinco años. Concentraciones cuyo civismo litúrgico pretendía oponer un estilo pacífico al terrorismo brutal de la banda. ETA era, en efecto, una organización terrorista. Ahora se dice que Putin es un terrorista. Pero el terrorismo de Putin es una metáfora. Salvo en un sentido -si se quiere- (in)moral, Putin no tiene que ver con ETA. Ni siquiera con Al Qaida o con las FARC. Putin es un asesino global, no un mero asesino de masas como Bin Laden. Asesina mediante la panoplia de un Estado que incluye un arsenal nuclear capaz de destruir la vida en todo el planeta. Ante el terror desatado por alguien como Putin, el civismo no vale para nada. Es más, ayuda al enemigo y contribuye activamente a tu propia destrucción. Por algo el pacifismo fue una quintacolumna de los soviéticos durante la Guerra Fría. Pues, mira tú por donde, estamos en las mismas.

De momento Putin, o sea, la encarnación hegeliana del Estado ruso, asesina ‘sólo’ ucranianos, pero si alguien cree que se va a parar ahí está muy equivocado. El argumento geopolítico de que aspira únicamente a mantener la seguridad del territorio ruso mediante la reincorporación al mismo de los de una o varias repúblicas exsoviéticas resulta bastante absurdo. Cuanto mayor se vaya haciendo la armadura territorial alógena, más y más necesario se hará el sometimiento de nuevos países fronterizos. Esa fue la lógica del nazismo (conquistar más y más espacio vital) y, tras la derrota de este, la del estalinismo (proteger la URSS con una muralla de ‘democracias populares’). Es la de Putin, que nos amenaza a todos en esa Ucrania que se dispone a ‘desnazificar’, como el lobo que, antes de devorarla, acusaba a la oveja de haber conspirado para matarle. Si los occidentales -es decir, la Alianza Atlántica- consienten la destrucción de Ucrania, seremos llevados como ovejas al matadero en sucesivos rebaños cívicos. Ucrania no es miembro de la OTAN, pero su bandera es hoy la de toda la humanidad libre.