Iñaki Ezkerra-El Correo

  • Hamás actúa en Gaza como si fuera el ejército que Palestina no asume como tal

Es una discusión que se ha puesto de moda tras la salvaje ofensiva de Hamás contra los israelíes del día 7 y en la que se dirime la legitimidad o ilegitimidad del Estado de Israel para responder al ataque ocupando la franja de Gaza. Si Hamás fuera un ejército que representa a un Estado soberano en un territorio delimitado y concreto, los judíos tendrían todo el derecho a tomar dicho territorio y a desplegar en éste todos sus efectivos militares. Estaríamos ante una guerra en la que el único cerco de legalidad posible lo establecería la Convención de Ginebra. Si, por el contrario, se trata de un simple grupo terrorista sin ningún arraigo ni oficial ni local en esa región, lo más que le estaría permitido desde la legalidad internacional a Israel sería traspasar las fronteras para perseguirlo sin utilizar los métodos expeditivos que se aplican en un conflicto bélico.

Y, sin embargo, es precisamente en esa calculada, sucia y perversa ambigüedad sobre la naturaleza y el carácter de ese viejo enfrentamiento armado donde reside la gran clave de la estrategia palestina. Hay que reconocer que resulta un tanto forzado ver un precario grupo terrorista en un colectivo de 30.000 hombres que se hallan armados hasta los dientes y que tienen a su disposición un fastuoso arsenal de helicópteros, aviones y vehículos terrestres; de miles de fusiles de asalto, de proyectiles, de drones kamikazes, de municiones antitanque…

A ese despliegue armamentístico se añade el hecho obvio de que la Autoridad Nacional Palestina no ha empleado nunca a los 50.000 hombres que componen sus fuerzas armadas en perseguir a Hamás, como lo haría cualquier Estado que tuviera a un grupo terrorista actuando en su propio suelo. A lo más que se ha dignado Mahmud Abás, su máximo representante, es a condenar con un tono beatífico el asesinato de civiles en ambos bandos. Palestina adoptó para sí mismo el nombre de Estado en 2013, esto es, un año después de ser reconocida como tal por la Asamblea General de la ONU. Ésa es una circunstancia que impone a su máximo órgano político y administrativo un firme y serio compromiso por la paz, del que lleva toda una década escaqueándose. De este modo, y a la hora de la verdad, Hamás actúa en Gaza como si fuera ‘de facto’ el ejército palestino que Palestina no tiene o, mejor dicho, que no asume como tal.

Ése es el juego. Su misma debilidad le sirve a la Autoridad Nacional Palestina para no imponerse nacional y autoritariamente, sino para practicar el mismo victimismo de Hamás, que no se reconoce como el ejército de Palestina, aunque los mismos analistas que niegan que nos hallemos ante una guerra no hablan de terroristas sino de guerrilleros, de combatientes o de milicianos.