Jon Juaristi-ABC

  • Zelenski puede ser un buen comunicador, pero entre sus guionistas debe de haber algunos a sueldo de Putin

Es posible que Zelenski sea un héroe, pero, obviamente, no es Churchill. Se puede admirar su vergüenza torera y, desde luego, comprender, disculpar, y hasta pasar por alto sus chapuzas en aras de la causa que defiende, que es la de los que aún somos razonablemente libres. A veces, sin embargo, estaría mejor calladito. O quizá nos iría mejor (a él y a los que deseamos la derrota de Rusia por la cuenta que nos trae) si despidiera a algunos de sus guionistas. Zelenski es un actor y se supone que un actor necesita guionistas, de acuerdo. Ser actor no implica desdoro alguno. Algunos actores han sido gobernantes excelentes (Reagan), gobernadores simpáticos (Schwarzenegger) o tipos decentes (Clint Eastwood, por ejemplo)

que han hablado claro para contrarrestar a tanta sabandija de su gremio. Pero, o bien han tenido buenos guionistas, o no han recurrido en su faceta política a guionista alguno. A Zelenski se le nota demasiado que depende de malos guionistas cuando se dirige a los parlamentos de los países de la UE, o al español, sin ir más lejos.

Que, con escasísimas excepciones, los representantes de nuestra supuesta voluntad general sean unos zotes, no quita que, bien pastoreados, podrían comportarse civilizadamente (excluyo de esto último a los putines y putinas de la izquierda comunista y a sus submarinos en el PSOE, que son legión). Ahora bien, cuando se les desconcierta, las churras tiran para un lado, las merinas para el otro, y sus carneros respectivos empiezan a darse de topetazos, que aquí también se cumple aquel apotegma machadiano sobre España: «De diez cabezas/ nueve embisten y una piensa». Es lo que pasó el martes cuando el presidente ucraniano invocó ante nuestros parlamentarios el bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor como adecuado símil de la invasión rusa de su país. El bombardeo fue una salvajada y un crimen de guerra, por supuesto, pero no se produjo en el contexto de una invasión, sino en el de una guerra civil (la Legión Cóndor, como los legionarios italianos que luchaban en el bando de los alzados, dependían del mando único de este constituido el 1 de octubre del año anterior), de la misma manera que los asesinatos de Paracuellos del Jarama fueron una salvajada y un crimen de guerra cometido por el gobierno de la II República (menos de 200 muertos en el bombardeo de Guernica, más de 2.000 en los ametrallamientos de Paracuellos). Zelenski lanzó una manzana de la discordia, variedad ‘online’, en medio de las Cortes del Reino de España, y se fue tan pancho por el ciberespacio mientras los nuestros se entregaban a los habituales bastonazos goyescos, afortunadamente todavía retóricos.

¿Alguien se imagina a Churchill haciendo algo parecido si hubiera necesitado granjearse aliados ante una invasión de Inglaterra por Alemania? Pero Churchill no fue un actor ni un guionista estúpido, sino un magnífico historiador (y Nobel de Literatura).