Guirigay

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • El diseño del Estado dividido en 17 taifas es profundamente ineficiente, complejo y caro, pero es un reducto de poder que jamás cederán quienes lo disfrutan

La batalla fiscal lleva camino de convertirse en un desbarajuste absoluto. Ayer, el presidente valenciano se sumó a la corriente de moda y anunció su propia bajada de impuestos, lo que pone en aprietos a sus colegas socialistas de otras autonomías y supone un torpedo a la línea de flotación del Gobierno central. Ximo Puig quiso desmarcarse de sus pares populares insistiendo en que su alivio va dirigido a las rentas menores de 60.000 euros, algo que el Ministerio de Hacienda tampoco contempla. ¿Acabará teniendo razón el ministro Escrivá al reclamar una centralización del sistema impositivo? Creo que no y, en cualquier caso es imposible. Si de lo que se trata es de garantizar la igualdad de los españoles, hay asuntos aún más urgentes como centralizar la educación, la sanidad o el acceso a los servicios sociales. Pero tal cosa no sucederá. ¿Cree alguien que los vascos aceptaremos centralizar algo? No, ni siquiera el color y el tamaño de las boinas de los policías. ¿Cree alguien que los catalanes aceptarán dar en las escuelas el mismo número de horas de castellano que los andaluces? No, claro, ni locos. Ese tiempo ya pasó y el desenladrillador que desenladrille este lío buen desenladrillador será… pero no ha nacido todavía.

El diseño del Estado dividido en 17 taifas es profundamente ineficiente, complejo y caro, pero se ha convertido en un reducto de poder que jamás cederán quienes lo disfrutan. No es necesario ser de Vox para verlo. Si encargásemos un diseño del Estado a las diez mejores consultoras del mundo, ninguna nos propondría este guirigay.

El Gobierno insistió ayer en sus mantras. La portavoz confundió la reducción de tipos con la reducción de recaudación, un error que choca contra muchas evidencias. Y acudió al populismo barato al decir que ellos no quieren rebajar impuestos para no tener que eliminar gastos sociales. Podría haber dicho que iba a reducir gastos para evitar meter la mano en los bolsillos de los demás o que pensaba dirigir la acción del Gobierno al aumento del empleo y la actividad, pero no lo hizo. Les da pereza.

Para liarlo un poco más, Christine Lagarde se quejó de las bajadas de impuestos y del aumento de los gastos porque ambas van en contra de su política monetaria y dificultan la lucha contra la inflación. ¡A buenas horas! Lo dice después de dejar la eurozona más anegada que Nueva Orleans tras el Katrina.