- La toma de posesión de Gustavo Petro con el sable de Simón Bolívar fue tan ridícula como lo sería que el presidente español lo hiciera con la espada del Cid campeador.
En España, es la extrema derecha la que se ha apropiado del patriotismo cultural. Pero en Latinoamérica es la extrema izquierda. Dijo Arturo Pérez-Reverte, en una entrevista en 2019 en EL ESPAÑOL, que «el franquismo contaminó la historia española de una manera atroz». Y digo yo, parafraseando al escritor, que el castrochavismo contaminó la historia latinoamericana de una manera atroz.
Cuando la pesadilla comunista pase a la historia, probablemente ocurrirá lo mismo que en España: el rechazo generalizado hacia los símbolos explotados por la autocracia hará que los mismos caigan en manos de una minoría retardataria.
Todo esto viene a colación de la primera cursilería del nuevo Gobierno colombiano. El presidente saliente, Iván Duque, le negó al entrante, Gustavo Petro, la presencia de la famosa espada de Bolívar en su toma de posesión.
El arma, que técnicamente es un sable, fue robada en 1974 por el grupo guerrillero M19, al cual pertenecía el hoy mandatario de Colombia. Fue devuelta en 1991 en un acto en el que participó el propio Petro, ya desmovilizado como guerrillero.
¿Qué fue lo primero que hizo Petro tras jurar como presidente? Paralizar el acto por una media hora hasta que llegara el sable. Un acto malcriado e insulso con el que sólo buscaba demostrar que ahora es él quien manda.
Cuando la Casa Militar le trajo finalmente el arma a Petro, venerada por el castrochavismo a pesar de que Bolívar era un oligarca que clamaba por la alternabilidad en el poder, el único que no se levantó fue el rey de España.
Normal, ¿no? Como jefe de Estado español no podía hacer otra cosa.
En vez de ponernos banderizos con el tema, españoles y latinoamericanos tenemos que cerrar ese divisivo capítulo de una vez. El partido Fernando VII-Bolívar no es un Real Madrid-Barcelona.
Yo, que tengo pasaporte venezolano y estoy casado con una española, tampoco me hubiera levantado, por cierto. Y no por antibolivariano (y sí profundamente anticomunista).
Sino porque lo de Petro con el sable de Bolívar fue tan ridículo como lo sería que el presidente español tomara posesión con la espada del Cid campeador.
¿Se imaginan semejante espectáculo?
*** Francisco Poleo es analista especializado en Iberoamérica y Estados Unidos.