ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC – 29/01/15
· Ni una sola mujer ha incluido el podemita griego en su gobierno, y hete aquí que su futuro depende de una mujer, la más poderosa de Europa.
Das is eine wirklich gute Nacht, Frau Merkel», rezaba un cartel esgrimido con orgullo el pasado domingo en la celebración electoral de los podemitas griegos. Traducido al castellano y haciendo un juego de palabras con la despedida que precede al descanso nocturno: «Ésta es verdaderamente una buena noche, señora Merkel». Con recochineo. Como si la culpable de los males que afligen a los hijos de Atenas fuese quien les ha estado pagando las facturas en los últimos años y el pueblo heleno se hubiese tomado la revancha de semejante «ultraje» propinando una patada en las posaderas de los alemanes. Un desatino.
Exhibiendo una seguridad impropia de quien se halla en situación tan comprometida como la que vive Grecia, el nuevo ministro de Economía, Yanis Varoufakis (un profesor universitario que triunfa en las tertulias televisivas al más puro estilo Monedero), ha anunciado que no cumplirá con el programa de reformas que impuso la troika comunitaria a cambio del oxígeno financiero procedente de nuestros bolsillos, mientras su jefe de filas, Alexis Tsipras (un remedo de Pablo Iglesias con el pelo corto), decreta el fin de las privaciones y la vuelta de las vacas gordas, con cargo al contribuyente foráneo. «Quedaos vosotros la cuenta, que de gastar ya nos encargamos aquí», parece ser el lema de estos jóvenes austericidas recién llegados a la realidad. Y el pueblo soberano les aclama, mientras grita: «¡Abajo Merkel!».
El ensañamiento que manifiesta la extrema izquierda meridional con los países del norte europeo, no tanto más ricos cuanto más ahorradores, alcanza tintes patológicos que recuerdan la persecución sufrida históricamente por los judíos. Las cigarras del sur (Grecia, España, Italia, Portugal), roídas por la corrupción, el fraude a gran escala, la escasa productividad y el despilfarro, culpan de sus problemas a las laboriosas hormigas del norte, forzadas a socorrerlas cuando arrecia el hambre. Y si éstas ponen condiciones, si exigen a cambio de su ayuda que se actúe según sus reglas, se les tilda de «usureras» y además se les insulta. Este discurso demagógico y falsario, calcado de la más burda propaganda antisemita, presenta a la Alemania de Merkel como una nación de vampiros sedientos de sangre griega y española, cebándose en dos pobres víctimas inermes.
Nada se dice en él de las autopistas y aeropuertos construidos con el sudor de los trabajadores alemanes ni de las pensiones abonadas gracias a sus impuestos. Es más rentable el populismo de trazo grueso que divide el mundo entre «buenos» y «malos», reservando este segundo papel a los que tienen algo porque se lo han ganado a pulso. Resulta más sencillo y mucho más barato imputar el peso de la deuda a quienes la han suscrito, que asumirla y devolverla en los plazos aceptados a la vez que se cobraba el dinero. Por no mencionar el hecho de que los chivos expiatorios siempre han tenido éxito en la política de bajos vuelos, que es la que practican con éxito estos telepredicadores expertos en repartir miseria.
«Gute nacht, Frau Merkel», escribe bajo los efectos de la euforia algún cretino frustrado con ansias revanchistas. Frustrado, cretino, ávido de revancha y por añadidura, machista, al igual que su líder. Ni una sola mujer ha incluido el podemita griego en su consejo de ministros. Ni una sola mujer posee, según su docto criterio «progresista», talento y formación suficiente para administrar una cartera en su gobierno. Y hete aquí que el futuro de Grecia, su vida o su muerte económica, depende de una mujer, la más poderosa de Europa, elegida por sus compatriotas para guiar sus destinos. Eso debe de doler…
ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC – 29/01/15