ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 01/11/15
· Mi liberada:
Naturalmente, el 23 de noviembre de 2000, tú no fuiste a la manifestación convocada en protesta por el asesinato de Ernest Lluch. No era el tipo de protesta que prefieres. Yo sí fui, con mi amiga Teresa Giménez. Pero te habrías sentido mucho más a gusto que yo en el lugar. Porque, como sucedería con mayor vileza el 12 de marzo de 2004, la manifestación acabó dejando a un lado los asesinos para encararse con las víctimas y en este caso con una víctima real como el presidente Aznar. No fuiste pero estuviste luego dos semanas glosando y festejando a la periodista Gemma Nierga, que había tenido los ovarios, te estoy viendo mientras dices ovaris con tus grandes ojos luminosos y la cara llena de dientes, de gritarle a los políticos lo que no querían oír.
Y lo que no querría haber oído ninguna persona razonable: «Estoy convencida que Ernest, hasta con la persona que le mató, hubiera intentado dialogar. Ustedes, que pueden, dialoguen por favor». Estas palabras resultaron terribles porque las palabras no dialogan con las pistolas y sobre todo por el uso retorcido de un cadáver: si el muerto estaba dispuesto a dialogar, cómo no deberían hacerlo los vivos.
Tu glosa y celebración de Nierga fueron las de muchos. Desde la temporada siniestra de las bombas en el pecho de Viola y de Bultó, las élites locales no se habían sentido tan concretamente amenazadas. El miedo al comando Barcelona, que mató a Lluch y al municipal Gervilla, les llevó a urdir todo tipo de propuestas niergas. Ni aquel Maragall ya en decadencia se abstuvo de sacar sucio petróleo del crimen: «El presidente [por Aznar] se ha dado cuenta de cuál es el sentimiento de la gente». Los catalanes, liberada, sois grandes especialistas en teñir de dignidad vuestros sentimientos más oscuros, se trate de la xenofobia o la cobardía.
Nierga explicó que se le había ocurrido decir eso poco antes de subir al escenario. Pero la ocurrencia tenía un humus espeso. Desde el primer momento en que ETA gritó ¡Fuego! alguien contestó ¡Diálogo! Hay momentos antológicos en el género. Te he elegido uno que bien celebrarías en su día. A finales de marzo de 1998, oprimidos bajo un nuevo Gobierno del PP y meses después de que asesinaran a Miguel Ángel Blanco, «145 intelectuales, artistas, magistrados, catedráticos y periodistas», contó El País, hicieron público el manifiesto Por una salida dialogada al conflicto vasco. Entre los magistrados, por cierto y no por casualidad, estaba Manuela Carmena. Entre los intelectuales puros el dibujante Máximo, el filósofo Sádaba, los escritores Sampedro y J.A. Goytisolo y el cantante Labordeta. Te voy a poner unas frases para tu segregación y solaz:
«En el Estado Español, tras veinte años de democracia se sigue manteniendo una situación de conflicto que genera sufrimiento y dolor sin que hasta el momento las estrategias empleadas hayan contribuido al objetivo de conseguir la paz. Dicho conflicto es predominantemente político y procede de atrás, sin que desde la transición haya existido un consenso suficiente que posibilitara una salida dialogada a una resolución de derechos colectivos. (…) Las soluciones estrictamente policiales que han estado y están en vigor como única vía de pacificación desde hace más de 30 años y que se exaltan y refuerzan hoy con empecinamiento, proporcionan a los ciudadanos falsas expectativas y ofrecen como resultado un saldo negativo.
Dejar en manos de ETA, esperando que abandone las acciones violentas, el comienzo del diálogo, supone retrasar el inicio de un proceso de paz demandado con insistencia. Pedimos a ETA que cese en su actividad armada para facilitar este proceso. Pero aunque esto no ocurra, como ciudadanos solicitamos a nuestro Gobierno que asuma sus responsabilidades y busque soluciones que vayan más allá de las estrictamente policiales, apostando, con independencia de lo que hagan los demás, por la vía del diálogo y la negociación sin condiciones. No queremos más años de sufrimiento, ni más muertos, ni medios represivos, ni vencedores y vencidos».
A estas alturas incluso tú debes de saber por dónde voy y a qué rescato ahora retales del vil sudario de palabras que ha justificado tantos cadáveres. Hay algo de autocrítica en mi intención. Sabes hasta qué punto me irrita que a la deslealtad del presidente Mas y a la bajeza política de su proyecto se les responda con apelaciones al diálogo. El viernes, este hombre Iglesias, cada vez más afinada caricatura de sí mismo, se permitió regalar un Juan de Mairena (libro, por cierto, desigual, salpicado de consejas de viejas) al presidente del Gobierno con una de sus fatuas dedicatorias, ésta destinada a esmaltar su proyecto de referéndum reservado el derecho de admisión: «Escribió nuestro gran Antonio Machado: ‘para dialogar, preguntad primero, después escuchad’». Como tú, Iglesias conoce a Machado solo por Serrat o por citasyrefranes.com. Y es una evidencia que no ha leído el libro que ha regalado al presidente. Sé que uno de sus párrafos te hará feliz:
– De aquellos que se dicen ser gallegos, catalanes, vascos, extremeños, castellanos, etcétera, antes que españoles, desconfiad siempre. Suelen ser españoles incompletos, insuficientes de quienes nada grande puede esperarse.
– Según eso, amigo –habla Tórtolez en un café de Sevilla–, un andalucista será también un español de segunda clase.
– En efecto –respondía Mairena–: un español de segunda clase y un andaluz de tercera.
Tatúatelo: «Un nacionalista solo es un andaluz de tercera».
Mi irritación no tiene mayor sentido. Si con la pistola aún humeante y durante tantos años, españoles aparentemente cabales, respetados, influyentes clamaban por saltarse la ley, el orden, la moral y hasta el duelo, ¿qué puede esperarse que hagan ahora cuando la violencia, la ilegalidad y la inmoralidad del proyecto secesionista no han disparado un solo tiro? ¡Cómo si yo no hubiese leído a De Quincey y su famosa observación!: «Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo, ya no se sabe dónde podrá detenerse».
Cuando uno se desliza cuesta arriba también hay peligro. Mira Ciudadanos: dialogando, dialogando, ya han llegado a Miquel Roca.
Pero tú sigue ciega tu camino.
ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 01/11/15