Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 6/5/12
El principo de acción-reacción se ha evidenciado, por primera vez, en el tablero donde empiezan a jugar, por control remoto de momento, Gobierno y ETA. Medio año después de la definitiva desaparición de la violencia, precisamente cuando el silencio de Mariano Rajoy empezaba a provocar un incipiente estado de ansiedad entre quienes creyeron entender que los acuerdos de la Conferencia de Paz de Aiete eran de obligado cumplimiento, las fichas ya se mueven.
Ha bastado que Interior desparrame, por encima incluso de una torpeza mediática reconocida, su plan de reinserción de los presos de ETA para que la partida, largamente esperada, se anime. Lo hace, además, entre la sorpresa contenida del propio PP vasco porque aporta un salto cualitativo que borra del argumentario tradicional dos principios nucleares: el concepto del perdón y la exigencia de la desaparición de la banda terrorista. Desde el otro lado de la mesa, la superación de esta línea roja no ha pasado desapercibida; como muestra inmediata, más allá de la radiografía de situación explicitada en Bilbao por los verificadores internacionales, ahí queda la carta del colectivo de presos etarras es la pista a seguir. Y en ella, el mensaje más ilustrativo: «estamos dispuestos a dar pasos». Por lo tanto, hay partida.
En esta escenificación de cómo articular un futuro en paz, que avanza por cierto, el lenguaje adquiere una dimensión propia nada desdeñable. De hecho, ha bastado un primer movimiento del propio Gobierno central para relegar de un plumazo los conceptos que se antojaban fundamentalistas del perdón y la desaparición de ETA. Ahora toca hablar de verificación, como se ha ido encargando de repetir intencionadamente la izquierda abertzale, siempre en la sala de máquinas de todo movimiento que se precie. No debería olvidarse que el grupo de contacto liderado por el mediador Brian Currin decidió tras el fin de la violencia configurar una comisión de verficadores. A ETA le pareció bien.
La partida se juega ya en torno a la verificación, un concepto militarista que bien podría traducirse por política penitenciaria y así resultaría más fácil unificar conceptos. A estas alturas, y urge decirlo cuanto antes, los presos de ETA no suspiran en sus auténticas reivindicaciones por las estructuras militares de Euskadi; a ellos, a sus familiares y a la izquierda abertzale lo único que les interesa de verdad es cuándo van a empezar a volver a sus casas. Por eso, una vez que se encarrile este proceso, la auténtica verificación se dará por concluida. Todavía falta tiempo.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 6/5/12