ABC-LUIS VENTOSO

Joven, tuitera y socialista ¿Son virtudes políticas?

HABRÁN oído hablar de Alexandria Ocasio-Cortez, la única política estadounidense de la que se habla estos días, toda una habitual ya en los reportajes de los suplementos de fin de semana, en las webs más glamurosas y en las revistas femeninas y/o feministas. El progresismo europeo la contempla arrobado, como un compendio de todas las bondades que ha de atesorar el perfecto político del siglo XXI. Y es que AOC, como se hace llamar en su cuenta de Twitter de 3,2 millones de seguidores, constituye el epítome de la corrección política en boga: es mujer, es joven (a sus 29 años se trata de la congresista de menor edad de la historia), forma parte de una minoría (sus padres son puertorriqueños y ella procede del Bronx), es una ecologista radical obsesionada con el cambio climático y una furibunda antitrumpista. Además es socialista militante (lo cual era una rareza en el Partido Demócrata… hasta que ha decidido comenzar a suicidarse lentamente en las urnas).

AOC es una persona inteligente y estudiada. Tiene un punto divertido y desenfadado, con el que relaja su machacón celo socialista, y se trata de una auténtica profesional de las redes sociales. Es maestra de la zasca tuitera (léase soltar faltadas justicieras en pocas palabras) y comparte hasta sus bailes y truquillos de belleza en Instagram con sus millones de fans. AOC es pro LGTB y feminista y capitaneó al grupo de diputadas demócratas que acudieron de blanco al discurso del estado de la Nación de Trump, el odiado macho alfa, lo cual les valió una bonita foto que dio la vuelta al mundo.

Pero a pesar de que hoy brilla en la cresta de la ola, me temo que jamás hará carrera a lo grande en la política estadounidense. Si a los demócratas les diese la ventolera de presentarla a competir con Trump, su castañazo en las urnas resonaría desde Texas hasta Alaska. ¿Por qué? Pues lo ha resumido muy bien el brillante historiador Niall Ferguson, porque Ocasio-Cortez es una versión tuitera «de La Pasionaria», con una ideología radical y simplista, propia «de un sindicato de estudiantes de campus universitario». AOC lo quiere todo y ya: en diez años pondrá fin a los combustibles fósiles, dará un «hogar» y un sueldo decente a cada estadounidense y seguro médico gratuito, acabará con «el patriarcado supremacista blanco» y obligará a los multimillonarios que ganen más de diez millones de dólares al año a pagar un tipo del 70%. ¿Y cómo sufragará su plan? Pues gracias a la MMT, la Modern Monetary Theory, brillante teoría económica que sostiene que el déficit público es una coña, pues un Estado es soberano sobre su divisa y siempre puede darle a la máquina del dinero.

No creo que Trump sea un presidente adecuado, pero reconozco que disfruté del repaso que les dio en su discurso a las socialistas de blanco, con alusión a Venezuela incluida: «Nacemos libres y libres continuaremos. América nunca será un país socialista, la ideología que ha convertido a uno de los países más ricos de América en uno de los más pobres de la Tierra, les espetó el hombre del tupé naranja.

Lo de AOC aquí ya lo conocemos. Se llama Podemos. Y simplemente es infantil y juvenil.