Hay una escena en la película Zero Dark Thirty en la que Maya, la protagonista, asiste a un encuentro con el director de la CIA Leon Panetta. Panetta quiere conocer la opinión de sus agentes antes de reunirse con el presidente Barack Obama, que debe decidir si lanzar o no un ataque militar contra la mansión en la ciudad paquistaní de Abbottabad en la que se sospecha que podría estar escondido Osama Bin Laden y que la CIA lleva meses investigando.
Cuando Panetta pregunta la opinión «sin jodidas pajas mentales» de los presentes para acudir a su reunión con el presidente caminando sobre terreno firme, estos se escudan en los porcentajes. «No trabajamos con certezas, señor, trabajamos con probabilidades, y yo apuesto por un 60% de probabilidades de que Bin Laden esté en esa casa».
Cuando le llega el turno a Maya, esta responde: «El 100%». Y a la vista de las caras de estupor de los presentes, rectifica. «Bueno, sé que os dan pánico las certezas, así que diré un 95%. Pero es un 100%«.
Me voy a marcar un Maya. Hay un 100% de posibilidades de que ERC pacte con el PSOE. Digamos mejor un 95% por respeto a los imponderables. Entre ellos, la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE que el 19 de diciembre decidirá sobre la inmunidad de Junqueras. O la segura inhabilitación de Quim Torra. O la probable imputación de Laura Borràs. O la respuesta de la Fiscalía a la segura clasificación en tercer grado de los presos del procés. Pero, sobre todo, el 28º Congreso que los republicanos celebrarán el 21 de diciembre: la militancia la carga el diablo.
Y, por supuesto, las presiones de JxCAT y de la CUP, así como las cuentas de Twitter de los implicados. Recuerden que un solo tuit absurdo de Gabriel Rufián –el de las 155 monedas de plata– fue capaz de empujar a Carles Puigdemont hacia una declaración de independencia. Es decir, hacia un golpe de Estado. Si algo define al nacionalismo, es su hipersensibilidad.
En circunstancias normales, sin embargo, Pedro Sánchez será presidente y gobernará junto a Podemos con el apoyo de ERC y el PNV. Porque no hay nada que ERC desee más a día de hoy que a Pedro Sánchez de presidente. Y la mejor pista de ello es que los diarios nacionalistas catalanes, generalmente muy por delante de sus políticos en beligerancia procesista, ya dan por hecho el acuerdo.
Hasta al mismo PSOE se le escapó el miércoles su satisfacción por un pacto que ya da por asegurado. Y de ahí que ERC haya escenificado su indignación de damisela ofendida. Una petición de sales –»oh, dios mío, es increíble, en este local se pacta»– destinada al consumo interno de su militancia, pero más falsa que un compromiso electoral de Pedro Sánchez.
Respetemos, sin embargo, ese 5% de incertidumbre. Aunque, al contrario de lo que muchos creen, el PSOE no tiene que hacer demasiado para obtener el «sí» de ERC. Apenas quedarse quieto y reconocer a la tríada negociadora republicana –Oriol Junqueras en prisión, Pere Aragonés en la Generalidad y Gabriel Rufián en el Congreso– para que los votos republicanos fluyan hacia su saco en forma de abstención. Que eso, y no otra cosa, es la mesa de negociación que le pide ERC: el reconocimiento por parte del PSOE de que el nuevo partido hegemónico en Cataluña es el suyo.
Habrá gobierno de PSOE y Podemos con la abstención de ERC. Habrá presos en la calle en pocas semanas. Y habrá tripartito de ERC, PSOE y Podemos en la Generalidad en 2020. Probablemente también un Estatuto nuevo en dos años. Uno netamente federalista, es decir autodeterminista en la práctica, y que volará la soberanía nacional por los aires. Sí, es una apuesta arriesgada. Pero se acerca la Navidad y toca jugar a la Lotería.