Manuel Tello-El Correo
Desde el día siguiente de las elecciones generales, el responsable de formar Gobierno está tratando a los ciudadanos como imbéciles, mientras acecha en el horizonte una posible repetición de las elecciones. En mi opinión, si tal caso se diera la culpa no sería de Podemos, Ciudadanos o del PP. Tampoco de todo el PSOE, sino del propio candidato. Uno podría pensar que la causa se debe a que es real la imagen que los ciudadanos tienen de los políticos actuales: los que no sirven para otra cosa. Pero tampoco es así. Esa imagen puede explicar que la empresa más importante de España, el Gobierno, funciona gracias a que los funcionarios compensan la dudosa capacidad de los que ocupan los puestos directivos. El espectáculo de las últimas semanas y el teatro dramático, chabacano e incongruente que se ha representado con la configuración de los gobiernos autonómicos y municipales confirma algo que sabemos: el déficit de requisitos mínimos para ser político.
¿Qué pasa con el nuevo Gobierno nacional? En este caso, hay un responsable: el líder del partido al que los españoles le dieron el mandato. Pero para cumplirlo tenía que haber llegado a la política con vocación de servicio. Y ese no es el caso. Así, en vez de utilizar la primera estrofa del verso de P. Celan que comenta Joseba Arregi en un recienter artículo -«habla, pero no separes el ‘no’ del ‘sí’»-, su única propuesta es el ‘no es no’. Recordemos la moción de censura: una suma de conjuntos disjuntos de votos y sin ningún programa. Después, desde el Gobierno hizo todo lo posible para desprestigiar a Podemos, el partido que le llevó al poder. Con estos antecedentes pide un cheque en blanco a esa formación, al PP y a Ciudadanos. El resto de los votos, vengan de donde vengan, los compra por un precio: monetario, legislativo, concesiones, etc. Es curioso que los empresarios dicen no ver mal el cheque en blanco. Sin embargo, en privado comentan que esa fórmula conduciría, al depender del precio de los apoyos que consiga en cada momento, a unas políticas y unos Presupuestos erráticos.
Los hechos anteriores son típicos de personas que han convertido la conciencia en autoconciencia. Algo que da lugar a un ego perverso debido a que es, antes que nada, deseo y, como tal, solo contempla la satisfacción propia. Satisfacción que solo es plena cuando su propia existencia y su poder alcanzan las cotas máximas posibles. Para ello estos egos necesitan afirmarse constantemente a sí mismos, a costa de lo que sea, frente a algo o alguien que les disputa el poder. Por ejemplo, con la negación del otro: el ‘no es no’.
Esta actitud la emplean tanto con los adversarios políticos -para ellos son adversarios- como dentro de sus propios partidos. En el caso del candidato, cuando recuperó el poder en su propio partido utilizó de forma implacable la guadaña. Para estos egos la guadaña es su símbolo debido a que, además de la negación del otro, sea o no ego, solo se satisfacen plenamente cuando consiguen, entre los suyos, ser reconocidos y aceptados como amos. Esto lleva a que los que le rodean deben comportarse como lo hacen los siervos de la gleba. Estos individuos que han convertido la conciencia en autoconciencia son esencialmente vagos, no leen, necesitan siervos y, sobre todo, contienen la semilla de la destrucción que, si llegan a sembrarla, convierte el bien en mal. Algo que llegan a ejecutar si es necesario para conseguir o mantener el poder. No olvidemos, como dice C.J. Friederich, que «las autoconciencias se prueban a si mismas mediante una lucha a muerte».
Tales egos solo pueden pedir cheques en blanco, lo que conduce a nuevas elecciones. No admiten un Gobierno en coalición donde algunos miembros dejarían de ser sumisos. Ello obligaría al amo a dedicarle su tiempo a los asuntos de Estado; en definitiva, a trabajar. Además, le exigiría mantener un dialogo permanente sobre cuestiones importantes y, como consecuencia, no podría separar el ‘np’ del ‘sí’. Por esto, el mismo día que se celebraron las elecciones municipales y autonómicas, el candidato decidió convocar unas nuevas generales. Así, desde ese día, utilizando la influencia que da el poder y los medios de comunicación que controla, está intentando conseguir que los votantes lleguen a creer que la culpabilidad de que no se forme Gobierno es de los demás. El último toque ha sido el insultante informe del CIS. No se entiende como los técnicos, a los que alguien está amancillando, no se revelen en contra del culpable.
El candidato solo cambiará su posición si los ciudadanos dejan de ser receptivos a este falso mensaje. Es decir, si las encuestas reales dan, con suficiente certeza, un resultado muy diferente a la hiriente broma del CIS.