Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
En el debate a tres se oyeron pocas novedades. En materia fiscal, ninguna. Yolanda Díaz quiere una fiscalidad justa. Un concepto precioso con el que es imposible estar en desacuerdo, sobre todo porque nadie sabe cómo debe de ser una fiscalidad para que nuestra querida vicepresidenta la considere justa. Todos estamos seguros de que para ello debe ser superior a la actual y mucho más progresiva, pero de ahí no pasamos. Por lo que dijo, parece claro que califica de injusta la de ahora, incluso después de la aplicación de las novedades de este año con el impuesto a las grandes fortunas en cabeza. La mayoría de los españoles ya pagaban mucho más del 40% de sus rentas, algunos casi el 50%, y, los que tienen la suerte de vivir en el paraíso fiscal vasco, llegan hasta el 65% (una vez cruzado con el impuesto sobre el patrimonio, versión tradicional).
En el otro extremo, Santiago Abascal propone reducir a dos los tramos del IRPF, lo cual supondría un alivio de envergadura para la inmensa mayoría de los contribuyentes, además de eliminar los impuestos novedosos a la banca, las energéticas y las grandes fortunas. Algo parecido a lo presentado por el ‘ausente’ del debate, Núñez Feijóo, quien reitera las eliminaciones y mantiene las reducciones, matizando que se aplicarán tan solo a las rentas menores de 40.000 euros. En medio, Pedro Sánchez, a quien este tema de los impuestos no le estimula demasiado y pasó por él sin estridencias de ningún tipo. Es como si los tremendos aumentos de la recaudación obtenidos este año, gracias a eso tan bonito de la inflación aplicada sobre tipos no deflactados, hubieran calmado sus apetencias tributarias.
En realidad todo se trata de buscar el camino mas recto, o el menos perjudicial, para conseguir los igualmente tremendos aumentos de la recaudación que van a ser necesarios para enfrentarse a los incrementos de gastos ya comprometidos y que, ni siquiera un cambio de gobierno con el ascenso del PP al poder, va a mitigar en la medida necesaria para emparejarse con nuestros niveles reales de riqueza.
La vicepresidenta Díaz utilizó en su apoyo el reciente fracaso de las propuestas de reducción de impuestos que le costó el gobierno a la expremier Liz Truss. No sé por qué se tomó el trabajo de cruzar el Canal, teniendo tan cerca, justo a su lado, el éxito del Gobierno de la presidenta Ayuso, o, ya puestos a cruzarlo no subió hasta Irlanda, en donde tiene otro buen ejemplo de lo contrario a sus propuestas. Pero bueno, ya verán como en el futuro, las sorpresas irán parejas con las decepciones en los asuntos fiscales. Al tiempo. Gane quien gane, habrá que llenar la caja para pagar tanto gasto. Digo yo.