Bieito Rubido-El Debate
  • Tomada ya la senda del sectarismo, una vez que los magistrados de la izquierda han abandonado su obligación de servir al bien común para alimentar el partidismo, ¿sería posible que alguno de ellos tuviese la valentía y el coraje de subirse al caballo defensor de la democracia española?

Ya saben que en la actualidad en el Tribunal Constitucional hay un bando, mayoritario casi por azar, que es el bando de la izquierda o progubernamental, o lo que es peor, prosanchista. No obedece al estudio concienciado del Derecho, ni a su leal interpretación, ni a una visión en favor del bien común o del interés general. Sus trayectorias profesionales tampoco son las mejores si las comparamos con las de otros compañeros que han dejado huella en ese alto tribunal. Están a punto de perpetrar un atentado contra la convivencia de los españoles. De nuevo retorciendo la ley para crear dos Españas. Como bien dicen muchos expertos, es más grave esta corrupción que la económica.

Los nombres de los magistrados del bando sanchista o izquierdista son bien conocidos. Le voy a ahorrar al lector su enumeración. Juan Carlos Campo, compañero de orientación de la mayoría, ha decidido abstenerse en este debate, conocedor como es del desafuero que van a protagonizar sus compañeros y del desprestigio que sobre ellos va a caer. Así, de paso, se coloca en posición ideal para ser un futuro presidente del Constitucional por consenso. No manchará su hoja de servicios, aunque pese su responsabilidad en los indultos dados a los condenados del procés.

Resulta difícil comprender cómo determinados magistrados, ya en la recta final de sus vidas profesionales, pueden tener un comportamiento tan primario de apego y servilismo a un político tan mediocre como Sánchez. Un aventurero que está situando a España al borde del abismo. Nos quedaban los contrapesos, que en democracia son muy importantes, pero estos magistrados de la izquierda van a actuar, salvando las distancias, como otros personajes que se pegaron al sanchismo y ahora están procesados. Tampoco hace falta que diga sus nombres. Es obvio que la ambición personal y el ansia de poder ciega al ser humano y los iguala, vengan de donde vengan, valgan lo que valgan. ¿Qué diferencia hay ahora mismo entre los que sirven ciegamente al agonizante sanchismo desde Ferraz o desde el Constitucional? Lo de los ERE pasará a la historia de la infamia. Lo de la amnistía será todavía más grave, será un paso más en la degradación de nuestra democracia constitucional. Salvo que el insomnio de alguna magistrada le haga reflexionar acerca de su altura intelectual y moral.

Para muchos expertos constitucionalistas «este proceso es quizás el que más graves daños está produciendo a nuestra democracia». Son palabras de Manuel Aragón, reputado catedrático y magistrado emérito del Constitucional. Como bien dice él, lo malo es que todo puede empeorar. Tomada ya la senda del sectarismo, una vez que los magistrados de la izquierda han abandonado su obligación de servir al bien común para alimentar el partidismo, ¿sería posible que alguno de ellos tuviese la valentía y el coraje de subirse al caballo defensor de la democracia española? Nos jugamos mucho más que la amnistía. Nos jugamos España.