IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Tomo prestada una frase de Josu Jon Imaz para encabezar este comentario porque me parece muy acertada. Me refiero a nuestra actitud frente a los problemas que plantea el cambio climático, puestos de manifiesto esta misma semana tanto en la reunión del G-20 como en la Cumbre del Clima. No pertenezco a ninguno de los grupos que históricamente, desde San Juan en Patmos hasta Greta Thunberg, pronostican el inmediato Apocalipsis y la total devastación de la humanidad por culpa de nuestros pecados. Esta vez, los ecológicos. Siempre he creído en la capacidad del homo sapiens para arreglar los problemas, incluso los provocados por nuestro incipiente grado de evolución. Lo cual no obsta para estar convencido de que debemos enderezar el camino que llevamos si no queremos empeorar una situación que ya es mala.

La lucha contra el cambio climático es una prioridad, eso está bien, pero hay que analizar el problema en toda su extensión. Aquí siempre nos cansamos de pensar demasiado pronto. El problema radica en que la tierra está dividida por fronteras que encierran a territorios dirigidos por gobernantes que priorizan sus intereses. Pero el aire se mueve con libertad sin respetar esos límites ni considerar esos intereses.

Una vez superada la fase de concienciación, que dio muy pocos frutos, el sistema elegido para forzar el cambio en los modos de producir y consumir es el de penalizar. No es el ideal, pero es eficiente. Recuerde cómo ha cambiado su modo de conducir desde la generalización de las multas por exceso de velocidad. Es decir limitamos las emisiones perjudiciales para la atmósfera y les ponemos un precio que hace tiempo dejó de ser testimonial.

El mecanismo es inteligente, pero no produce los efectos deseados, como lo demuestra el sorprendente hecho de que las emisiones globales aumentan incluso en tiempos de pandemia y de baja actividad derivada de ella. ¿Cómo es posible? Pues porque no todos los país están igual de concienciados ni se sienten igual de concernidos. Rusia, China y Brasil no acudieron a la Cumbre, lo cual es muy sintomático, y son más los países que están dispuestos a apretar sus emisiones… pero solo cuando alcancen nuestro nivel de consumo.

Hay que seguir en la lucha, pero hay que contener la competencia de las exportaciones de países que producen sin que las emisiones penalicen sus costes. Así que deberíamos profundizar en la idea prevista en el Pacto Verde Europeo de establecer un arancel que grave la llegada de productos fabricados sin esos costes, de manera que igualemos su posición competitiva con los nuestros, que sí están penalizados. Nos jugamos el futuro de muchas de nuestras industrias.