Editorial-El Correo

  • Illa arriesga su centralidad al reunirse con Puigdemont para apoyar la amnistía, clave para desbrozar la negociación de los Presupuestos

Las penurias parlamentarias de Pedro Sánchez le han llevado a plantear el inicio de la negociación presupuestaria a 1.600 kilómetros de distancia del Congreso. Aunque dé por amortizados los riesgos del acercamiento a Carles Puigdemont desde que abrazó la ley de amnistía para poder salvar la legislatura, el presidente del Gobierno ha decidido arriesgar el capital de moderación del que hace gala Salvador Illa, convertido en su emisario en la cita celebrada ayer con el líder de Junts en Bruselas. En un encuentro organizado en la delegación de la Generalitat ante la Unión Europea, Illa asume un protagonismo insólito como interlocutor fuera del Palau en una función que hasta ahora habían desempeñado Santos Cerdán, el ex secretario de Organización del PSOE en prisión preventiva por presunta corrupción, y últimamente José Luis Rodríguez Zapatero.

El president corre el peligro de alejarse de la centralidad con la que se aupó al liderazgo del Ejecutivo de Cataluña. Un cambio interpretado en el socialismo como un triunfo de la convivencia tras la agitación del ‘procés’, frente a la claudicación al independentismo cuando no a los ‘golpistas’ que ve el PP. En este tira y afloja, la controvertida reunión con un prófugo de la Justicia española sirve a Sánchez para desbrozar la negociación de los Presupuestos, claves para la estabilidad del mandato. Aunque niegue la posibilidad del adelanto electoral si no los saca adelante y apueste, en ese caso, por la prórroga de las Cuentas, el jefe del Ejecutivo se mantiene en un terreno resbaladizo. Junts, considerado el socio de investidura más díscolo e impredecible de todos, sigue muy de cerca los movimientos del Gobierno con ERC, su otro rival en Cataluña, a raíz de la condonación de la deuda ampliada al resto de comunidades.

Será complicado ver estos gestos con el soberanismo catalán con la «normalidad» que piden Illa y Sánchez cuando otros barones del PSOE los censuran sin ambages, alineados en las tesis de la oposición sobre la ruptura de la igualdad entre autonomías. Pese a la anomalía que supone hacer las cuentas en Bruselas con un político que sigue huido, el cara a cara con el presidente de la Generalitat rehabilita de algún modo a Puigdemont, que recupera parte del crédito perdido y gana apoyos públicos en favor de su amnistía. Pero la autoridad es otra cosa. Ayer se vio obligado a reconocer por primera que quien manda en Cataluña no es él.