Mira Milosevich-ABC

  • Esta es una guerra de agotamiento mutuo, lo que no va a cambiar a menos que el Ejército ruso evolucione rápidamente hacia una fuerza más efectiva, o que EE.UU. y Europa envíen fuerzas masivas para contener a Rusia

Las guerras pueden terminar de tres maneras: por victoria de uno de los dos actores, compromiso entre ellos o desgaste mutuo. Desde hace más de dos años, la guerra en Ucrania está en fase de desgaste mutuo. Y hay poca probabilidad de que esto cambie en breve. Ninguno de los dos países ha cumplido sus objetivos políticos. Los motivos de Rusia para invadir Ucrania son muchos, pero destacan tres: Moscú, al no poder influir en Ucrania, decidió invadirla; el proceso de reimperialización del Kremlin se había iniciado en 2008, interviniendo militarmente en Georgia una vez fracasados tanto su proyecto de convertir a Rusia en un Estado-nación tras la desintegración de la Unión Soviética como su tradicional estrategia de crear ‘buffer zones’ ( ‘zonas tampón’) entre Rusia y un enemigo potencial. Por muy irracional que parezca suponer que la Alianza Atlántica iba a atacar a Rusia, tras la intervención de esta en Kosovo y Libia, el Kremlin comenzó a valorar seriamente la posibilidad de que la OTAN intentara cambiar el régimen ruso por la fuerza. El régimen de Vladímir Putin decidió entonces que sería aún más necesario convertir a Ucrania, Bielorrusia y Moldavia en una zona-escudo entre la OTAN y Rusia.

Los objetivos políticos del Kremlin que influyeron en la decisión de invadir al país vecino casan con estos motivos y se traducen en la ambición de hacer de Ucrania un Estado fallido, militarmente neutral, fuera de la Unión Europea y de la OTAN, con un gobierno «amistoso» (títere) en Kiev. Las exigencias de Rusia en las conversaciones con Steve Witkoff, enviado especial de la Casa Blanca, revelan que Moscú no ha abandonado tales objetivos. Tampoco Ucrania ha renunciado a los suyos, que son conservar su soberanía, independencia e integridad territorial con las fronteras de 1991, así como convertirse en miembro de la UE y la OTAN. Ninguno de los dos países ha obtenido una victoria decisiva en el campo de la batalla, aunque se pueda sostener que es una victoria para Ucrania haber soportado más de tres años de la guerra, conservando su gobierno democráticamente elegido y perdiendo solo alrededor del 20 por ciento de su territorio, o que Rusia, a pesar del fracaso de su plan de conquistar toda Ucrania, ha demostrado una extraordinaria capacidad de adaptación y ha ido avanzando, aunque muy lentamente. También hay que recordar que ninguna de las tres predicciones de la Administración Biden y de la UE se han cumplido: que Ucrania iba a ganar la guerra, que la economía rusa iba a colapsar y que habría un golpe de palacio contra el régimen de Putin que traería cambios sustanciales en la política exterior de Moscú.

La Administración Trump está presionando a ambas partes para conseguir un compromiso político que ponga fin a la guerra (aunque ya ha declarado que ahora «depende de ellos»), pero dicho compromiso sería tan vergonzoso para aquellos que la iniciaron como para los que resistieron. Por descontado, ninguna de las dos partes está dispuesta a renunciar sus objetivos políticos. En cualquier negociación, ya sea sobre la guerra o los negocios, ninguna parte admitirá que necesita un acuerdo o que no está preparada para salir del estancamiento. Las propuestas más importantes de EE.UU. van en contra de todos los objetivos políticos de Ucrania, pero tampoco satisfacen los objetivos políticos de Rusia ni su definición de la «victoria estratégica».

Washington propone que Ucrania reconozca Crimea como rusa, congelar las líneas del frente, prohibir el ingreso de Ucrania en la OTAN, vagas garantías de seguridad por parte de la Casa Blanca vinculadas al acuerdo sobre la explotación de los recursos naturales de Ucrania, levantamiento inmediato de las sanciones y la gestión de la central nuclear de Zaporiyia por EE.UU. El Kremlin, por su parte, pretende que el territorio conquistado y alguno no conquistado (como por ejemplo Odesa) se reconozca de facto y ‘de iure’ como ruso (no solo la península de Crimea), que disminuya el tamaño del Ejército ucraniano y no aceptaría la presencia de tropas de ejércitos occidentales en Ucrania como garantes de paz. Uno de los mayores errores de la Administración Trump es tratar esta guerra como un conflicto por territorio, porque no va solo de ello. Moscú no va a renunciar a otros objetivos, sobre todo el de desarmar y subyugar a Kiev. La propuesta de Ucrania y de la Unión Europea es incompatible con la de Washington y también con las exigencias de Rusia. Sus puntos más importantes son conseguir primero el alto el fuego (y solo después comenzar las negociaciones), no prometer por adelantado concesiones territoriales, mantener el derecho de Ucrania a ser miembro de la Alianza Atlántica, recibir garantías similares a las del artículo 5 y utilizar los activos rusos congelados para la reconstrucción de Ucrania.

Cuando el presidente Volodímir Zelenski aceptó el alto el fuego el pasado mes de marzo se resignaba tácitamente a la pérdida del territorio; pero Kiev no puede renunciar por completo a su territorio reconociendo ‘de iure’ la ocupación rusa, porque esto va en contra de sus objetivos políticos principales y de todo aquello por lo que han estado luchando durante más de tres años. Otro de los problemas para llegar a un compromiso político es que hay una ruptura entre los aliados occidentales: Estados Unidos pretende acabar la guerra pronto, mientras que la Unión Europea apoya por ahora las exigencias de Ucrania. Estas fisuras son bastante peligrosas y probablemente producirán la disminución del apoyo a Kiev en algunos países de los Veintisiete. Lo cierto es que Ucrania, sin el apoyo de Washington (sobre todo en Inteligencia, ya que Ucrania produce alrededor de 40 por ciento de su armamento) y solo con el soporte de la Unión Europea, no puede seguir luchando con éxito.

Esta es una guerra de agotamiento mutuo, lo que no va a cambiar a menos que el Ejército ruso evolucione rápidamente hacia una fuerza más efectiva, o que Estados Unidos y Europa envíen fuerzas masivas para contener a Rusia. Las líneas de frente están más o menos fijas. Aceptar tales realidades sería la condición principal para que las conversaciones de paz tuvieran éxito, así como otros hechos obvios: los ucranianos y los rusos seguirán luchando, probablemente hasta que se agoten mutuamente y ni EE.UU. ni los países de la UE irán a una guerra con Rusia por Ucrania, por mucho que hayan insistido, durante más de tres años, en que Rusia ha roto la arquitectura de seguridad y defensa europeas y ha destruido el orden liberal internacional creado después de la Segunda Guerra Mundial.