Francesc de carreras

El mensaje del Rey tiene por objetivo devolvernos el optimismo y la confianza en nosotros

Las dificultades estimulan. Esto es lo que le ha sucedido al Rey Felipe VI en estos casi cinco años de mandato. De la muy complicada Transición fue gran protagonista su padre Juan Carlos I, que también presidió las grandes transformaciones posteriores, parecía que a su sucesor le iban a tocar tiempos tranquilos, que el reinar se convertiría en una aburrida rutina, que la figura del Rey tendería a pasar desapercibida. ¿Resultaría inútil la Corona?

Como se está comprobando, la situación demuestra todo lo contrario: estamos en “tiempos recios”, con permiso de Mario Vargas Llosa. En efecto, la gran recesión económica provocó un extendido malestar social, las perspectivas económicas son inquietantes y los cambios globales han sido muchos y muy profundos. Hay desorientación en buena parte de la sociedad, los partidos políticos y sus líderes ya no son una referencia segura, nos falta confianza, nos sobra temor.

En estos últimos años, los mensajes navideños y muchos discursos del Rey, nos han reconfortado, nos han unido a través de los valores constitucionales y de los principios democráticos. El Rey Felipe VI ha encontrado su lugar en las instituciones, es un órgano necesario, ahora mismo imprescindible, nos da seguridad.

Se comprobó en su mensaje televisivo del 3 de octubre de 2017 que suscitó la reacción ciudadana de muchos españoles, especialmente catalanes, que se sintieron arropados y comprendidos. No le olvidarán. Su discurso del 19 de febrero de este año al recibir el Premio Paz y Libertad concedido por la Asociación Mundial de Juristas constituyó una lección de democracia. Pero el Mensaje de hoy rebasa a todos los anteriores, suple una carencia que se hacía notar, es un breve, aunque denso, esquema de lo ahora se suele llamar, de forma algo cursi, pero la utilizo para que nos entendamos, un relato nacional.

Con frecuencia los españoles entramos en etapas de pesimismo colectivo. Sucedió en 1898 sin razón alguna: desde esta fecha hasta la II República, España entró en tiempos de prosperidad económica y esplendor cultura. Aunque los grandes escritores y pensadores de la época dijeran lo contrario. En estos últimos diez años ha sucedido algo parecido: se decía que el globo del éxito había pinchado, España era la de siempre, la que estaba a la cola de Europa.

El mensaje del Rey tiene por objetivo devolvernos el optimismo y la confianza en nosotros al valorar el gran salto delante de estos últimos cuarenta años, traza un esquema basado en las virtudes cívicas de los ciudadanos, la fortaleza de las instituciones sociales y el funcionamiento de los poderes públicos, que nos permite a los españoles mostrar con orgullo lo alcanzado y tener razones sobradas para confiar en el porvenir. Lo que no había llevado a cabo el mundo de la ciencia y la cultura, una España real que nos infundiera optimismo, lo ha planteado el Rey. Ahora hay que desarrollarlo.