Óscar Monsalvo-Vozpópuli
  • ¿Qué es lo que les lleva a permitir que la radiotelevisión pública de todos los vascos esté al servicio del burdo relato de la izquierda abertzale?

Toda política de memoria en el País Vasco debería comenzar por la memoria sobre uno mismo. Lo que se vivió en esta región española durante tantas décadas no fue la actividad clandestina y esporádica de una banda imposible de detectar, mucho menos una violencia sin nombre, que es lo que realmente interesa vender a los relatores oficiales, sino un movimiento político perfectamente organizado y visible en el que el terrorismo era sólo una de sus armas. Ese movimiento contaba con el apoyo claro de una parte del pueblo, de miembros de la Iglesia vasca y de un partido nacionalista y de izquierdas. De muchos de nosotros, de nuestros amigos, familiares y conocidos. Por eso la pregunta por nuestro papel en todo aquello es una pregunta incómoda, y por eso la televisión pública vasca decidió hace tiempo que su principal misión no sería contar lo que pasó, sino enterrar los hechos recientes en la fosa común del olvido.

Tras la desarticulación de ETA el tema no es ya cómo explican en EITB el terrorismo, los asesinatos, las extorsiones o los secuestros, sino cómo explican los restos de todo aquello. Los restos, en más de una acepción, son «los presos». A veces añaden el accidente de su procedencia, que puede ser «vasco» o «navarro», «donostiarra» o «portugalujo», pero en la mayoría de las ocasiones son presos sin historia y sin causalidad. Los liberan, se ponen en huelga de hambre, fallecen, son trasladados. Nadie parece saber por qué han pasado 20, 25, 30 años en prisión. Este fenómeno sociológico habría sido nuestro auténtico hecho diferencial: en otras culturas los jóvenes pasaban una temporada estudiando en otro país, los vascos pasábamos una temporada en la cárcel.

Es la tesis que promovió siempre la prensa abertzale, primero Egin y después Gara. Los presos eran personas criminalizadas y encarceladas por la justicia española o víctimas de un conflicto entre dos bandos. Desde hace bastante tiempo se ha convertido también en la tesis de la televisión pública vasca; es decir, de la televisión controlada por el PNV y por el PSE. El último ejemplo es el de Aitor Fresnedo. La semana pasada el portal de noticias de EITB informaba sobre la salida de prisión del «preso portugalujo«. El ente funciona unas veces como departamento de comunicación de Sortu, y otras como departamento de comunicación de Etxerat, la organización de familiares y amigos de los terroristas. En este caso fue lo segundo, y en la primera versión de la noticia el tal Fresnedo era un misterio. Fue condenado a 30 años, se relataba en la línea del segundo párrafo; en el tercero el preso era recibido por familiares y amigos. Y ahí terminaba todo.

Cómo enterrar los hechos

Este enfoque es algo que normalmente no produce escándalo. El fuego quema, el agua moja y EITB aparta a los asesinados para enterrar los hechos. Pero a veces los hechos se quedan cerca de la superficie, por la desidia o por las prisas, y asoman una pierna. El parte de Etxerat estaba arrugando demasiadas narices y el portal gubernamental decidió maquillarlo para que pareciera una noticia. Y es en las correcciones, cuando no puede culparse a los automatismos, donde se observa el fondo del asunto.

Aitor Fresnedo no podía seguir siendo sólo un portugalujo condenado; había que resolver el misterio. Y el misterio se resolvió con dos nuevos palazos a los hechos. El segundo párrafo ya no se limitaba a decir que había ingresado en prisión y que había sido condenado a treinta años, sino que explicaba las causas: el preso ingresó en prisión «acusado de ser miembro de ETA y de participar en el atentado cometido en 1995 en las oficinas del DNI de Bilbao en el que un policía nacional murió y otro resultó gravemente herido».

Son elecciones meditadas y sistemáticas, fruto de una visión concreta sobre los terroristas, las víctimas y los asesinatos, y de una misión clara sobre la función de la televisión pública

Es el párrafo clave de la noticia, y también de la estrategia informativa compartida por el Gobierno vasco y por Sortu. La introducción del término «acusado» niega el hecho central que es la condena, del mismo modo que «murió» elimina el asesinato de Rafael Leiva. En la redacción de EITB tuvieron que hacer una segunda y definitiva corrección, pero normalmente aplican su particular libro de estilo sin que pase nada. Son elecciones meditadas y sistemáticas, fruto de una visión concreta sobre los terroristas, las víctimas y los asesinatos, y de una misión clara sobre la función de la televisión pública. 

Hagamos memoria. A comienzos de este año EITB se pone una vez más al servicio del departamento de prensa de Etxerat, y Antonio Troitiño, autor de al menos 22 asesinatos, es un simple preso vasco enfermo. La foto elegida muestra su rostro sonriente y la noticia oculta cualquier referencia a la banda terrorista o a los asesinados. En otros episodios han aparecido con las omisiones correspondientes Frederik Haranburu, Patxi Ruiz o Kepa del Hoyo, gracias a las aportaciones de Etxerat, del Movimiento Pro Amnistía y Contra la Represión y de Bildu, respectivamente. Hay decenas de ejemplos similares, pero uno de abril de 2021 destaca por su transparencia. El texto es una interminable sucesión de comillas -39-, pero lo destacable se encuentra en la etiqueta de la noticia, en la que no incluyen el conveniente signo ortográfico: POLÍTICA – DÍA DE LOS PRESOS POLÍTICOS. Y en el tuit que escribieron para compartir el reportaje: Hoy, Día Internacional del Preso Político, Sortu ha celebrado sendas manifestaciones en Donostia, Bilbao, Vitoria-Gasteiz y Pamplona.

La pregunta más importante en torno a la política de memoria, decíamos al comienzo, es la que nos hacemos a nosotros mismos; respecto a la política informativa de EITB, la pregunta hay que hacérsela al PNV y al PSE. ¿Qué es lo que les lleva a permitir que la radiotelevisión pública de todos los vascos esté al servicio del burdo relato de la izquierda abertzale?