Juan Pablo Colmenarejo-Vospópuli
- La economía española, basada en el turismo y en el ocio, con un tejido generalizado de pequeñas empresas, no resiste un confinamiento más
Mientras Pablo Casado reivindicaba el centro, anunciando un partido “de puertas anchas” -en otro discurso, considerado por los presentes como muy importante por parte del presidente del PP, ante el comité ejecutivo de su formación- uno de los barones, Fernández Mañueco -se define moderado- le achicaba el espacio al presidente de su partido, pero sobre todo a los pequeños empresarios de bares y restaurantes en Castilla y León, al decretar el cierre administrativo de los negocios.
Otra vez como en marzo y con el riesgo de no volver a abrir nunca más. Bares, cafeterías y restaurantes, además de comercios de barrio, se están volatilizando con decisiones como las que anuncian las taifas regionales destrozando el tejido productivo de un país que vive de un turismo que no puede venir y del ocio, asfixiado por decisiones políticas y administrativas. La economía española de las pequeñas y medianas empresas no aguanta otra embestida como en la pasada primavera. España no es Alemania. Se cierran las empresas por decreto, pero no pagan la ruina que provocan, para cuidar la salud de los perjudicados, por sus decisiones desesperadas. Ya quisieran los bares del centro histórico de cualquier capital de Castilla y León, por poner un cientos de ejemplos, estar en la lista de damnificados por el cierre de la señora Merkel que va con la tela por delante y luego echa el candado por seguridad.
Se enturbia el discurso aperturista y de futuro de Casado, que choca con las decisiones de algunos de sus barones regionales, tan restrictivas y perjudiciales
El decreto de alarma mete la cizaña entre las regiones y sus habitantes, pero también dentro de los propios partidos o gobiernos regionales. En el PSOE, García-Page pide un “criterio único” que saque de su dejadez al presidente del Gobierno, pero le ningunean. Ni caso a eso de que Sánchez “coja la batuta”. El asturiano Barbón se lleva un destemplado no del ministro Illa tras pedir el confinamiento domiciliario. En cuanto al PP, basta con comparar las decisiones de Díaz Ayuso y las del PP en Castilla y León, Fernández Mañueco, más receptivo y temeroso ante un giro de Ciudadanos hacia el PSOE. Su coaligado Igea siempre quiso pactar con los socialistas, pero Rivera no se lo permitió.
No es menos lo que ocurre entre Ayuso y su vicepresidente regional Aguado, aunque los buenos resultados de las medidas parciales implementadas por la Consejería de Sanidad parecen haber calmado un tiempo las inquietudes del segundo. Y, por supuesto, se enturbia el discurso aperturista y de futuro de Casado, que choca con las decisiones de algunos de sus barones regionales, tan restrictivas y perjudiciales como las de Sánchez durante el primer confinamiento, para sectores de la sociedad -clase media con pequeñas empresas- que Casado quiere recuperar para el PP tras su fuga a Ciudadanos y después a Vox.
Salario de los sanitarios
La economía española, basada en el turismo y en el ocio, con un tejido generalizado de pequeñas empresas, no resiste un confinamiento más. No hace falta ser moderado y buen gestor o un centrista con buena pose para darse cuenta de lo obvio. O pagan la cuenta como Merkel y mejoran la atención primaria junto con el rastreo de los casos detectados o no podrán volver a proclamar que la gestión es lo que importa y que lo de menos es la ideología. Después de esta crisis, en muchos de los casos ni lo primero ni lo segundo. El proyecto de Presupuestos Generales del Estado nació agotado el mismo día de su presentación. Sánchez e Iglesias hicieron comunicación política y poco más. Los ingresos, tan inflados como irreales, y los gastos, como si no hubiera un mañana. Lo confirma el gobernador del Banco de España, uno de esos “agoreros” de los que habla en genérico la ministra de Hacienda.
Pablo Hernández de Cos avisa de diez años de ajustes, con subidas de impuestos y recortes. Los datos del paro en octubre demuestran que salvo por el sector público y la coyuntura del comienzo del curso escolar, la crisis del coronavirus deja ya casi 650.000 parados más sin contar una cantidad similar en el camuflaje de los ERTE, más de cuatro millones sin trabajo. No hay almíbar gubernamental que endulce el trago.
El gobernador solitario, De Cos, predica en el desierto desde hace meses. Los hechos le dan la razón, lo que a buen seguro no busca este servidor del Estado, que no del Gobierno de turno. No le sirve de consuelo. El gobernador no tiene miedo a lo políticamente incorrecto y por eso explica que solo se puede subir el salario al personal sanitario. No al resto de los funcionarios públicos. Tanto el paro como el déficit serán mayores de los que ha escrito el Gobierno para 2021. Tampoco, a juicio del gobernador, es el momento de subir impuestos y no se fía de la capacidad España para absorber el dinero europeo y dedicarlo a proyectos de calidad que generen crecimiento. Por supuesto que las advertencias, recomendaciones y diagnósticos del gobernador del Banco de España quedan confinadas en el rincón del olvido. Hasta el día en el que desde Bruselas y Fráncfort muestren la dolorosa y más de uno se eche las manos a la cabeza, mientras tira a la basura los tapones usados para no escuchar al gobernador solitario. ¿Por qué no le hacen caso? Como en una viñeta de Forges: “España y yo somos así, señora” Merkel.