JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- Los asesores del pobre hombre andarán escondidos bajo las mesas de Ferraz, que imagino de formica. Les culparán a ellos
El PSOE no se enrolla, y así no es divertido. Van de bajón, lo entiendo, pero es que se habían venido muy arriba. Las campañas no están al alcance de cualquiera, tienes que ir como una moto, pero si hay cámaras delante ponte al ralentí. Así llegó Feijóo, pero encima con un ralentí bajo y apurando, modo ahorro, arriesgándose a calar el motor. Y claro, el contraste con un tipo que no puede quedarse un minuto sentado y quietecito fue muy bestia. ¿Baile de San Vito?
Parecía un encuentro entre Buda adelgazado y Jim Carrey en ‘La máscara’, después de ponerse la ídem. Todos lo vimos. ¿Quién le compra un coche usado a Sánchez? Él mismo se dio cuenta, pero ya se había enviciado en su propio hundimiento, en plan ‘Memorias del subsuelo’. Esos bajones duran semanas, así que despídete, ya no le da tiempo a interrumpir conversaciones sin ahondar en la hondura de su pena. Los asesores del pobre hombre andarán escondidos bajo las mesas de Ferraz, que imagino de formica. Les culparán a ellos.
Fueron millones los que, por fin, pudieron comprobar que Sánchez es un bluf, un danzarín. Fue muy reparador para uno, tras tanto esfuerzo en tropos dirigidos a transmitir lo que ahora es notorio: la nada que nadea, el maniquí de El Corte Inglés, el traje vacío… Bueno, pues ya está, hasta el más despistado sabe hoy lo que es Sánchez y lo que no es. El azar, amigos, puede llevar a un chiquilicuatre acelerado a la presidencia del Gobierno. Con lo que España ha sido.
En puridad, si el Buda ligero y gallego no hubiera abierto la boca habría ganado igual, por prestancia y por contraste. Lo asombroso del encuentro fue la cantidad de goles que metió Sánchez en propia puerta. Si Feijóo intervino fue por una lógica cautela: desde el primer momento se vio que el verdadero combate lo libraba con Ana Pastor, encargada de establecer el marco, ergo las trampas. Como un Buda se mueve poco, por delgado que se presente, Feijóo esquivaba las premisas envenenadas de Pastor mirando a Sánchez, como si hablara con él. Este, engañado, creyéndose parte del debate, interrumpía. No hallaba mejor modo de refutar a su aparente interlocutor. Resultó muy irritante, no descarto que socialistas de toda la vida decidieran en ese punto no votarle. No solo por interrumpir tanto, sino por hacerlo siempre con las mismas frases, como un niño pesado de cinco años cuando discute con su hermana de siete.
El documento audiovisual queda para la historia, por si algún día sus nietos no les creen. Desde Lakoff, nadie que no esté en el parvulario aborda un debate público sin saberse lo del elefante. No importa si es para negar: ¡Tú no mencionas el elefante! ¡Tú no haces referencias a tus debilidades! Tú no pronuncias las palabras «que te vote Txapote» porque, por muchas caritas de injusticia que pongas, lo que permanece es la imagen de Txapote introduciendo tu papeleta en una urna con la mano manchada de sangre.