Isabel San Sebastián-ABC

  • Su silencio atronador equivale a un apoyo tácito, aunque inequívoco, a la ofensiva desatada por Egea contra Ayuso

Calificar ‘de perfil’ la actitud del dirigente popular ante el terremoto que sacude a su partido es otorgarle el beneficio de la duda, porque a estas alturas del seísmo su silencio atronador equivale a un apoyo tácito, aunque inequívoco, a la ofensiva desatada por su secretario general contra la presidenta de la Comunidad de Madrid. Un golpe a la autoridad de Ayuso, ganada limpiamente en las urnas, y a su legítima aspiración de ver reflejada esa victoria en el organigrama del PP madrileño. Un pulso que no ha sufrido ningún otro líder autonómico con mando en plaza (Feijóo respalda sin tapujos las demandas de su compañera) y cuyo objetivo es destruirla a corto o medio plazo a fin de colocar en su lugar a una persona más dócil, obediente y lo suficientemente gris como para no hacer sombra a nadie ni amenazar las ambiciones de otros mucho más mediocres. Un ataque letal para el conjunto de la formación, incomprensible a ojos de sus votantes, ajeno por completo a ideologías, que ya resta a las siglas parte de la ventaja ganada últimamente en las encuestas y solo encuentra explicación en clave de poder personal, supervivencia a una eventual derrota en las generales o intereses relacionados con el control de un territorio tan rico como influyente en términos electorales.

Cada día que pasa sin que el número uno del partido intervenga para acabar con este desatino, fijando la fecha del congreso popular de Madrid e impulsando una lista integradora que sitúe a Díaz Ayuso en la Presidencia y reparta equitativamente el resto de los cargos, contando por supuesto con Almeida pero reconociendo el derecho a formar su propio equipo que asiste a la mujer que el propio Casado designó en su día como candidata, es un día perdido para la construcción de una alternativa ganadora frente a Sánchez. Porque esta pelea en la que todos pierden supone un desgaste insostenible para un partido que apenas empieza a salir del pozo al que cayó en las últimas elecciones. Si el cabeza de cartel del PP aspira a superar el bache y recuperar el Gobierno de España, tendrá que contar en la batalla con sus mejores campeones, entre los cuales destaca la lideresa que devolvió la esperanza al electorado de centro-derecha. Si su prioridad es blindarse en el cargo de presidente del PP, mantenerse en él incluso si el escrutinio de los próximos comicios le es adverso y asegurarse un congreso nacional sin sorpresas, ni riesgos, ni eventuales adversarios o adversarias que le disputen la posición retándole en unas primarias, entonces todo cobra sentido. Salvo que su mano derecha, Teodoro García Egea, esté actuando por su cuenta, abusando de su confianza. Si así fuera, quien calla otorga. La guerra ha llegado demasiado lejos como para que el líder no dé ya la cara.