EDITORIAL-EL ESPAÑOL

La gran afluencia en la manifestación de este domingo en Pamplona da cuenta de la indignación que ha despertado en amplios sectores de la sociedad navarra la moción de censura acordada entre EH Bildu y PSE.

Ha sobrevolado la concentración el miedo a que la creciente sintonía entre los socialistas y los abertzales pueda derivar eventualmente en la anexión de Navarra a Euskadi, una de las reclamaciones históricas del nacionalismo vasco.

La inquietud es razonable a la vista de la dependencia del gobierno navarro de María Chivite en los votos de Bildu. Y porque la disposición transitoria cuarta de la Constitución española de 1978 incluye un procedimiento que contempla la incorporación de la Comunidad Foral de Navarra al País Vasco, si así lo decidiese «el Órgano Foral competente» y se ratificase en referéndum.

Cabe recordar que, en su informe de 2006 sobre la propuesta de reforma constitucional de José Luis Rodríguez Zapatero, el Consejo de Estado recomendaba derogar la disposición transitoria sobre Navarra, y blindar las competencias del Estado central.

El órgano consultivo proponía constitucionalizar la existencia de las Comunidades Autónomas y delimitar el mapa autonómico definitivamente mediante una mención expresa de las regiones que lo componen, para evitar eventuales fusiones.

Una línea que apuntaba en la dirección contraria a las intenciones de Zapatero, que quiso aprovechar en su favor la indeterminación de la estructura del Estado por el constituyente para dejar los ulteriores desarrollos estatutarios en manos de los gobiernos regionales.

Naturalmente, en el pacto para reemplazar al alcalde de Pamplona no se acuerda ninguna redefinición del mapa autonómico. Pero no deben minusvalorarse las implicaciones de este movimiento del PSOE.

Porque el último «cambio de opinión» de Pedro Sánchez (en realidad, la progresiva transgresión de los consensos políticos fundamentales) se inserta dentro de una dinámica que va mucho más allá de la moción de censura.

El PSOE ha rehabilitado como actor político legítimo a Bildu en Navarra y en la política nacional. El protagonismo del que goza ahora la izquierda abertzale gracias a las cesiones de Sánchez alienta los ensueños anexionistas de un independentismo que se concibe como «un movimiento de liberación nacional». Y más cuando, sin recurrir a un referéndum, ya ha venido impulsando un proceso de euskaldunización para imponer la lengua y los símbolos eusquéricos en Navarra.

Tampoco invita a la tranquilidad del constitucionalismo navarro que el líder del socialismo vasco, aunque rechaza categóricamente hacer lehendakari a un candidato de Bildu, ya no descarte que, a la inversa, el PSE pueda gobernar con los votos de los abertzales. Una apertura que ha encontrado su eco en la invitación a acercarse de Otegi este domingo, alegando que Euskadi «se merece otras alianzas políticas».

En cualquier caso, según el último Sociómetro del Gobierno vasco, los socialistas serían terceros con 11 escaños. Se antoja complicado un pacto Borgen en el que Bildu regale sus 25 diputados a los socialistas.

Pero la moción de censura en Pamplona ha dado una patada el tablero, y lo que parecía inconcebible ya no lo es. Bildu, PSE, Sumar y Podemos podrían reunir la mayoría absoluta necesaria de 38 escaños. Y aunque existe una sólida y dilatada alianza entre PSE y PNV en las tres capitales vascas, numéricamente los jeltzales serían intercambiables por los abertzales.

En una situación en la que los socialistas decidirán quién se hace con la lehendakaritza, y teniendo en cuenta que el veto tajante de Sánchez en 2015 («en cualquier combinación que esté Bildu, el Partido Socialista no estará») ha quedado olvidado, no sería descabellado pensar que Eneko Andueza buscara los votos de Bildu en lugar de los de su socio habitual.

Habiendo vencido el escrúpulo democrático del cordón sanitario a los herederos de ETA en Navarra, ¿qué permite descartar que el blanqueamiento de los de Otegi vaya a hacerse extensible al País Vasco?

¿Hasta dónde llegará la normalización de Bildu por el PSOE? ¿Hasta pactar el gobierno de Euskadi? ¿Hasta explorar juntos la vía de un referéndum de anexión en Navarra?

Por lo pronto, sabemos que el mismo partido que en las anteriores municipales presumía de haberle arrebatado la Alcaldía de Pamplona al bildutarra Joseba Asiron al pactar con UPN, hoy le hace alcalde cuatro años después traicionando a la derecha regionalista.