Eduardo Uriarte-Editores
Mientras el ministro Albares intenta convencer a sus colegas europeos, preocupados por las guerras en Ucrania e Israel, de la importancia del catalán como lengua oficial en la UE, Pedro y Yolanda en una presentación cursi donde las haya nos largan un acuerdo de gobierno con una serie de medidas que encrespan a los empresarios y sorprenden, otras, por su imposibilidad, a los técnicos que deberían llevarlas a cabo. Por supuesto, acabarán pagándose con deuda pública si es que se llevan a cabo, porque casi todo en el Sanchismo es propaganda, poca gestión, y la realizada es hija de la improvisación. Improvisación evidente supeditada a la propaganda de una puesta en escena que recuerda a las de Perón y Evita.
El sanchismo sociológico -concepto de Ignacio Camacho- muy sensible a los impulsos emocionales y ajeno a la facilidad y frivolidad con la que su líder toma las decisiones, se ve gratificado por esa escena de convergencia progresista que supone la muy posible renovación de un Gobierno que amalgame a todos los fagocitarios del sistema. Todo con tal que la derecha no alcance el poder. Tan destructiva es esta alianza como lo fueron las que se forzaron contra las derechas de la Segunda República y que acabó con su trágico derrumbe.
Dicho programa de progreso propone medidas ajenas a las opiniones de los círculos económicos (REPSOL avisa que se puede ir, y la CEOE se opone), estirando el chicle de la paciencia fiscal de la UE, con tal de que su propaganda alimente tan contradictorio Gobierno respecto a los principios republicanos y liberales. Con paguita y subvenciones, propaganda y frentismo, continúa trágicamente prisionera del peronismo Argentina. Lugar al que nos lleva el llamado bloque progresista, aunque no del todo conscientes, sirva de eximente, al estar cegados por la ansiosa necesidad de ejercer el poder: “Pedro, haz lo que sea necesario…”. Y él, ante este servilismo decimonónico, manifiesta en el comité federal del PSOE la frase más arbitraria para un político: “hacer de la necesidad virtud”. Así se abre paso otra improvisación, esta de consecuencias constitucionales.
Una de las claves de la adhesión social conseguida por el sanchismo reside, junto al llamativo efecto de la propaganda, en la exacerbación del enfrentamiento con la derecha asumiendo la tesis del odio como motor social que preconizara el padre del populismo Laclau. Enfrentamiento desenterrado de las fosas de la guerra civil, tras haberlo creído superado en la reconciliación que supuso la Transición, mediante la Memoria Histórica y la Memoria Democrática. Huelga decir que la vuelta al enfrentamiento se debió a la actitud ante la convivencia política adoptada por los dirigentes socialistas que sucedieron a González, iniciada por Zapatero y llevado al límite por Pedro Sánchez. El enfrentamiento con la odiada y reaccionaria derecha legitima el decisionismo de Sánchez.
Mediante la dinámica del enfrentamiento en la política nacional se ha llegado a cavar un foso social tan alarmante como el que existe entre nacionalistas y no-nacionalistas en Cataluña o Euskadi, y si bien ese foso puede permitir el encastillamiento electoral del sanchismo, pone en alto riesgo la pervivencia de la democracia, pues esta se ve sustituida, como en las comunidades antes citadas, por una relación de dominación.
A nadie se le escapa que solo la democracia es posible si sus actores principales mantienen vínculos comunes sustentados en los intereses generales de la nación. Nación, que por dicho enfrentamiento se disuelve, convirtiendo, por el contrario, en atractivos los nacionalismos identitarios periféricos. Al menos, en ellos el individuo cree encontrar seguridad. Por su parte la izquierda encuentra en los nacionalismos el aliado coyuntural frente a la concepción conservadora de la nación de la derecha. La nación republicana de ciudadanos, la formulada por la Constitución, empieza a desaparecer. En su lugar surge el espacio político de la dominación del súbdito por el autócrata.
En este marco ideológico, donde la izquierda criminaliza a Vox y desautoriza por derecha y español al PP, es admisible la aceptación de secesionistas, de auténticos criminales, condenados y prófugos, como compañeros en el bloque de progreso. Esta vez es la izquierda la que potencia las dos Españas, lo que hace imposible una estabilidad política con visos de futuro. El actual proceso crítico no solo se debe al hecho coyuntural de la búsqueda por Sánchez de los votos de Puigdemont, sino que es el resultado de un proceso antidemocrático que se atisbara con ZP y se confirmara con las prácticas autoritarias, e irrespetuosas con la legalidad, que Sánchez pusiera en marcha desde el anterior Gobierno Frankenstein, tras su llamativo lema, propio de una mente autoritaria, del No es NO.
El proceso de ruptura mediante la mutación constitucional proseguirá hasta que esto estalle.