Equilibrio. Segunda acepción del Diccionario de la Real Academia Española: «Situación de un cuerpo que, a pesar de tener poca base de sustentación, se mantiene sin caerse».
Equilibrista: «Diestro en hacer juegos de equilibrio».
Nadie puede poner en duda que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es un equilibrista excepcional capaz de mantener el equilibrio gubernamental con una habilidad y un arte que no se pueden aguantar. Para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado de 2023 se ha visto obligado a reeditar la ‘Grande Bouffe’ de las concesiones e invitar a todo el (su) mundo.
A sus socios de Unidas Podemos les concedió la aprobación, sin retoques, de la ley del ‘sí es sí’ que tan sorprendentes efectos ha provocado desde el primer instante de su entrada en vigor. La negociación con ERC fue más cara, pues actualizaron con el IPC el precio de su voto y se lo cobraron por adelantado con la eliminación del delito de sedición y la promesa de hacerle un ‘lifting’ personalizado al de malversación. Luego llegó el PNV a quien pagaron con las selecciones vascas de surf y de pelota (eso no vale nada, pero abre la puerta a algo muy valioso), trenes de cercanías y la ampliación en cinco años del Cupo, que si es un logro de entidad considerable.
Nos faltaba el regalo a Bildu, cuya colaboración no es tan necesaria en el cómputo final de votos pero que se ha convertido en un aplicadísimo alumno de esa carrera tan bonita y lucrativa como es la de ‘recolector de prebendas madrileñas’. De tal manera que, para evitar que falte de nada, el Gobierno le ha dado algo que, a mi entender, le correspondía al PNV, que es quién gestiona el Concierto Económico desde el Ejecutivo vasco y las tres diputaciones.
Pero como aquí ninguna demanda queda sin respuesta y ningún colaborador resulta insatisfecho, Pedro Sánchez le ha concedido la ‘sustancia’ de las nuevas figuras impositivas, es decir un buen trozo de la recaudación que generen. La cosa no era evidente, porque el Gobierno ha decidido que los impuestos a las energéticas y a la banca no se llamen impuestos, sino gravámenes temporales y corrían el riesgo de quedarse extramuros del Concierto.
Por cierto, que también les ha cedido una de las cosas más inútiles que he visto en mi vida como es la realización de un informe para determinar si el gravamen ha de ser temporal o definitivo. ¿Que carácter tendrá? Pues el que desee el Gobierno que esté al mando de la cuestión, cuando llegue a su final ‘temporal’, aunque la experiencia demuestra que no hay nada más permanente que un impuesto temporal.
Supongo que la maniobra habrá sentado fatal al PNV, pero no pasará nada. Será cosa de aumentar el precio aunque sea fuera de plazo. La generosidad de éste hombre carece de límites. Lo mismo que sucede con la voracidad de los comensales.