Antonio Basagoiti, EL CORREO, 9/9/12
La crisis pide a gritos solidaridad, cohesión y unidad de acción. Justo lo contrario de lo que representa el nacionalismo identitario
Se ha instalado en algunos ámbitos de la sociedad la idea, casi la convicción derrotista, de un próximo resultado electoral favorable a los partidos nacionalistas. La participación en las autonómicas de EH Bildu y la proyección, en las encuestas de intención de voto, de una mayoría parlamentaria abertzale favorecen esta percepción. Sin embargo, como reza el título de este artículo, hay partido.
Las elecciones, como el fútbol, se ganan en el terreno de juego. Hasta el pitido final no hay resultado seguro. No hay nada decidido a día de hoy y la composición final del próximo Parlamento autonómico depende en exclusiva de las urnas y de lo que decidan los vascos con su voto. No hay encuestas que sean dogmas, ni augures sociológicos que valgan. Los ciudadanos vascos, la democracia, en definitiva, tienen la última palabra el próximo 21 de octubre.
El fatalismo imperante de una parte de la sociedad se combate primero con realismo, sabiendo las opciones reales de cada uno, y, más importante, con movilización, ilusión, con un proyecto abierto y conciliador y diciendo la verdad. Decir la verdad es una premisa esencial y una máxima inexcusable en política. No todos los partidos pueden presumir de algo tan básico. La prueba es que ni PNV ni PSE juegan limpio al hablar de pactos y acuerdos postelectorales.
Las elecciones del 21-O son trascendentales. Nos jugamos fortalecer la convivencia y la pluralidad o asomarnos a un vacío vertiginoso de ruptura y confrontación. La puesta en valor de la Euskadi de todos, que nosotros defendemos, el País Vasco como parte natural de España, la defensa del Estatuto como acuerdo incluyente; o, por el contrario, el avance de posiciones independentistas, con un nuevo plan Ibarretxe en el que al PNV y a Otegi en esta ocasión se les pueda sumar el socialismo vasco.
La suma nacionalista de PNV con el «Nuevo Estatus Político para 2015» y EH Bildu con su «Independencia»: más bronca, más división, más recesión económica, no saciada por la reforma estatutaria que pretende Patxi López. La verdadera prima de riesgo para el País Vasco son la radicalidad y la bronca permanente. El diferencial negativo para la sociedad vasca es resucitar el Plan Ibarretxe como plantea Urkullu y es favorecer el proyecto excluyente y totalitario de Bildu, que ETA ha cimentado con sus crímenes en estos años de cruenta y funérea historia.
Si la superación de la crisis es el reto de todos, sin distinción de siglas y con altura de miras, el riesgo extra y el peligro añadido de los vascos es la política desestabilizadora del nacionalismo. España se encuentra en un momento decisivo. Nos enfrentamos a la crisis más dura en decenios, una recesión que ha puesto en jaque a la Europa de la moneda única y que ha obligado al Gobierno de Rajoy a tomar medidas excepcionales siendo consciente de su repercusión en las personas. El Ejecutivo del Partido Popular asume con valentía las reformas y ajustes que son imprescindibles para que mañana exista confianza en la economía y pasado mañana se pueda prosperar generando empleo. Las medidas difíciles de hoy son las únicas que nos pueden hacer salir de la crisis, y visto lo visto el único que se atreve a adoptarlas es el Partido Popular.
La crisis pide a gritos solidaridad, cohesión y unidad de acción. Justo lo contrario de lo que representa el nacionalismo identitario, llámese PNV o Bildu, ombliguista, rácano y cerrado, que apuesta por soltar amarras con el resto de España para poner a Euskadi a la cola del crecimiento y la recuperación. Un nacionalismo retrógrado que insiste en dejar a Euskadi sin anclajes, navegando a la deriva en un mundo globalizado.
La situación es grave, sumamente grave. Lo estamos viendo estos días con autonomías como Cataluña, Valencia o Andalucía, acogotadas por el déficit y la deuda, que han acudido al fondo de liquidez habilitado por el Gobierno de la Nación. Ningún Gobierno se libra. Los balances negativos, la caída de ingresos, el incremento desmedido de la deuda, los recortes afectan a todos. Lo sabe muy bien Patxi López, que ha optado por adelantar elecciones antes de que el discurso que ha venido usando al final de su legislatura chocase con la dura realidad y se desmoronase como un castillo de naipes en la plasmación de los Presupuestos.
La esperanza reside en la suma, en la unidad, en las reformas que ha puesto en marcha Rajoy, en unas medidas que el PP vasco ampara y asume con rigor porque es momento de la responsabilidad, del sacrificio y del compromiso con el bienestar del mañana. Unas reformas que o las hacemos nosotros o nadie se atrevería a abordarlas. Ahora se están poniendo las bases indispensables, requeridas también por los socios europeos, para salir del atolladero. Y hay luz al final del túnel, de ésta salimos como también lo hicimos en los ochenta en pleno desmantelamiento industrial o como lo hicimos en los noventa con las cuentas públicas en quiebra total tras años de dispendio y corrupción.
Mi mensaje final es de esperanza. El País Vasco tiene una oportunidad histórica después de que la sociedad democrática haya vencido sin contrapartidas a los comandos de ETA. Falta todavía que la banda se disuelva de forma incondicional, entregue su arsenal, colabore con la Justicia y repare a las víctimas y a una sociedad, la vasca y la española, castigada hasta la extenuación.
El futuro sin ETA nos pertenece. Hemos derrotado a las pistolas; ahora toca desprenderse del burka con el que el independentismo quiere constreñirnos a todos. El final de ETA debe ser un estímulo para quienes hemos plantado cara al terror porque no es justo ni razonable que lo rentabilicen quienes han dado siempre cobertura sin sonrojo a los crímenes, aliento público a los presos, y han repudiado a las víctimas. Somos mayoría, yo digo de forma simbólica y expresiva que somos al menos mas del 51%, los vascos que queremos seguir formando parte de España; los vascos que apostamos por salir juntos de la crisis; los vascos que apostamos por sumar, por convivir y por seguir progresando sin sobresaltos, sin rupturas y sin tener que retroceder a la Edad de Piedra, a los bueyes y carretas, donde algunos nos pretenden llevar. El PP no va a ser la primera fuerza del Parlamento, pero sí es la fuerza decisiva para equilibrar y moderar la política vasca. La fuerza decisiva para contrarrestar la influencia negativa de Bildu y frenar la ola independentista. El voto al PP vasco es el voto útil para la mayoría de vascos, esos ciudadanos que quieren autonomía, por supuesto, pero dentro de España; esa mayoría que quiere seguir siendo vasco y español, con libertad y sin imposiciones. La bola no ha hecho más que empezar a rodar: No caben ni el fatalismo ni la resignación. Hay partido, y hay que salir a por todas.
Antonio Basagoiti, EL CORREO, 9/9/12