IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Si la situación general del empleo en España es una catástrofe, la del empleo de los jóvenes es una auténtica hecatombe. Tienen menos empleos y sus salarios son hoy más bajos que hace 40 años. Es tan terrible como intolerable, pero si el problema es gigantesco, su solución es muy sencilla. Basta con crear muchas empresas que generen empleos de calidad para todos aquellos que lo desean y no lo encuentran. Esta evidencia nos conduce a la pregunta clave: ¿Quién debe crear dichos empleos para poder garantizar el derecho al trabajo que consagra la Constitución? Como respuesta oirá un clamor: ¡Los empresarios! Y aquí empiezan los problemas. El primero es determinar quién es empresario, una vez que, evidentemente, no se trata de una especie biológica predeterminada. Es decir, el empresario no nace, se hace y germina sólo si dan las condiciones necesarias que, básicamente, son un sistema educativo favorable, un orden administrativo promotor, un esquema fiscal favorecedor y un entorno social estimulante.

Si es así, que lo es, resulta curioso que inmediatamente después de reconocer el papel en abstracto de los empresarios -eso lo hace ya hasta la izquierda progresista-, la mayor parte de los dirigentes se olviden de ello y se dediquen a poner trabas, a estigmatizar socialmente y a castigar con impuestos la actividad de emprender. ¿Resultado? Vuelva al principio y repase la situación.

Por eso no solucionaremos el problema del paro mientras la ministra Celaá no se entere de que debe de orientar la educación hacia la consecución de un empleo y no de un título; mientras la vicepresidenta Díaz no se dé cuenta de que no hay ningún ciudadano con la obligación constitucional de crear el puesto de trabajo que, supuestamente, yo tengo derecho a ocupar; mientras la ministra Montero (María Jesús) no entienda que es mejor una estructura económica con muchas empresas que no vivan acogotadas por los impuestos que uno con pocas, pero abrasadas; y mientras toda la administración de Pedro Sánchez hacia abajo no comprenda que el Estado del Bienestar ideal es aquél en el que el bienestar de ningún ciudadano dependa del Estado, en lugar de uno en el que Estado provea el bienestar de todos. Que es lo que le gusta a este Gobierno. Ahora vuelva otra vez al principio y relea de nuevo la situación. ¡Hay que repensarlo todo!