Santiago González, EL MUNDO, 26/3/12
Andalucía, siempre se ha dicho, es la tierra de María Santísima. Contra todos los pronósticos, contra las señales de baja participación que indicarían una desafección considerable de sus votantes, según decían los analistas para entretener la espera mientras llegaban datos de los votos y no los pronósticos israelitas. Antes de que llegaran los primeros datos reales a las pantallas de televisión, el secretario general de los populares andaluces, Antonio Sanz, daba la noticia de que se había producido «un hecho histórico», que era la victoria del PP después de tantos años. Para ser histórico, nunca se había visto a un triunfador con expresión de tanto abatimiento en el semblante. Lo mismo hicieron después Arenas y Cospedal. Un hecho histórico, la Armada Invencible. Los datos de verdad empezaron sugiriendo una mayoría absoluta para los socialistas, con una atribución de 56 escaños, mientras el PP se quedaba en 42 e Izquierda Unida doblaba su representación de 2008.
El avance del escrutinio recordaba poderosamente la hipótesis que planteaba Luciano Salce en su película Golpe de Estado. El ordenador del Ministerio del Interior alteraba la ruta del recuento de los votos en unas elecciones legislativas en Italia y empezaba a contar por los barrios obreros de las ciudades, lo que llevaba al país a la convicción de que las elecciones las iba a ganar el PCI. Luego la cosa fue remansando y todo se quedó en un susto. Bueno, pues lo de ayer en Andalucía fue al revés, pero para cuando el PP alcanzó al PSOE en la atribución de escaños, ya todo carecía de interés. Arenas había fracasado en su intento de desalojar a los socialistas del Gobierno de Andalucía.
¿Qué tiene que pasar para que los andaluces –y las andaluzas, claro–, se consideren incompatibles con los escándalos de Mercasevilla, los ERE, el tráfico de influencias, Invercaria, Matsa y la prodigalidad en el reparto de las subvenciones? Es un misterio. Cabe la posibilidad de que haya todavía una masa de votantes que no ha perdido la esperanza de verse beneficiado en esa versión moderna de la multiplicación de los panes y los peces que ha sido el milagro de los ERE.
Hay una tradición de fulanismo en Andalucía que es ya centenaria y en la que alcanzó cumbre Natalio Rivas, que fue diputado por el Partido Liberal durante varias legislaturas. En Órgiva, su pueblo, un día de mitin le gritó un paisano. «Don Natalio, colócanos a tós». Desde entonces, ha llovido mucho y hemos conocido las andanzas de quien fue director de Trabajo de la Junta y su chófer en aquellas juergas en las que se pulían 24.000 euros al mes en putas y farlopa, según confesión de parte ante la juez Alaya. Tal vez, a la luz de estas confesiones, la expresión «Pepe, colócanos a tós», estaría cargada de un significado que Natalio Rivas no habría sido capaz de imaginar.
Nunca pasa nada. Griñán seguirá gobernando en Andalucía con el apoyo de Izquierda Unida, y en Asturias se han vuelto a repetir los resultados de hace 10 meses. Cascos aguanta el tipo y tiene la opción de repetir en el Gobierno, a poco que su carácter permita un acuerdo de coalición con su ex partido.
Santiago González, EL MUNDO, 26/3/12