Gorka Maneiro-El País
Queda pendiente acabar con el odio que sus sucesores, representantes y servicios auxiliares siguen destilando. Y queda pendiente la derrota política de sus postulados
Tras el “cese definitivo de la violencia” anunciado por ETA hace ya casi siete años y, sobre todo, tras el anuncio de su disolución el pasado 3 de mayo (plagado de indignidad, cinismo y miseria moral, como toda su historia), una parte de la sociedad española ha vuelto a preguntarse si, efectivamente, ETA ha logrado alguno o todos los objetivos que se propuso cuando nació y, sobre todo, los objetivos que se propuso alcanzar a lo largo de sus 50 años de prácticas terroristas contra la democracia española.
¿Hemos derrotado a ETA? ¿Ha logrado ETA alguno de sus objetivos? ¿Hemos alcanzado el final que pretendíamos los demócratas? ¿Hemos salvaguardado la dignidad de las víctimas? ¿Ha habido o existe el riesgo de que pueda haber algún gramo de impunidad para sus múltiples fechorías? ¿Queda algo por hacer? Son las preguntas que se nos amontan y, ante ellas, no son pocos los que vienen a afirmar que ETA ha sido definitivamente derrotada por la democracia… y no son pocos tampoco quienes aseguran que no era este el final que pretendíamos especialmente las víctimas y quienes defendimos la democracia en primera línea.
ETA, con sus amenazas, chantajes, robos, secuestros, bombas, tiros en la nunca y asesinatos (casi siempre, perfectamente discriminados) pretendió durante 50 años hacer hincar la rodilla a la democracia española, lograr la independencia de la Gran Euskal Herria e implantar el socialismo puro en nuestra tierra. Es lo que han venido afirmando durante toda su trayectoria en cada uno de sus repugnantes comunicados donde reivindicaba y justificaba cada una de sus crueles e injustas acciones.
A lo largo del tiempo en el que se mantuvo viva y activa como organización terrorista, ETA asesinó a 230 miembros de la Guardia Civil y a 183 agentes de la Policía Nacional, a 103 militares, a 15 ertzainas y a 30 miembros de la Policía Municipal. ETA asesinó a 58 empresarios, 68 representantes políticos, nueve miembros de la Judicatura, siete de Instituciones Penitenciarias y tres periodistas, además de otros muchos ciudadanos anónimos. ETA asesinó a hombres, mujeres y niños, a jóvenes y a ancianos, a parados, estudiantes, jubilados y amas de casa. A profesores universitarios y a periodistas. A jueces y a fiscales. ETA asesinó a más de 800 personas, dejando viudos y viudas, huérfanos, padres y madres sin hijos y familias destrozadas. ETA provocó miles de heridos, centenares de extorsionados y un número incontable de “exiliados”: fundamentalmente, personas que vivían en Navarra o en el País Vasco y tuvieron que trasladarse a vivir y a trabajar a otras partes de España, consecuencia de la existencia y acción de la organización terrorista.
«No era este el final que pretendíamos especialmente las víctimas y quienes defendimos la democracia en primera línea»
ETA asesinó a Alberto Jiménez Becerril, de 37 años, concejal del ayuntamiento de Sevilla, y a su esposa, Ascensión García Ortiz, el 30 de enero de 1998. Ambos tenían tres hijos de cuatro, siete y ocho años. ETA ejecutó al joven Miguel Ángel Blanco, de 27 años, tras mantenerlo dos días secuestrado y atado de pies y manos. El 24 de marzo de 1995, los cachorros de ETA, con un ataque con cócteles molotov a una furgoneta de la Ertzaintza en Rentería, dejaron con el rostro desfigurado al ertzaina Jon Ruiz Sagarna, consecuencia de lo cual su vida se convirtió en un infierno. ETA provocó matanzas como las de Hipercor en Barcelona (21 muertos), la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza (11 muertos, cinco niños), la casa cuartel de Vic (nueve muertos, cuatro niños) o la plaza de la República Dominicana en Madrid (12 guardias civiles asesinados). ETA asesinó mucho más durante la democracia que durante la dictadura franquista. Y la resistencia a sus propósitos fue fundamentalmente una lucha en defensa de la democracia y una lucha sin armas contra las armas.
ETA no ha logrado ni doblegar a la democracia española ni la independencia de Euskal Herria ni imponernos su dictadura. Y, a pesar del inmenso dolor que ha provocado (y, desde luego, la incidencia que ha tenido en nuestras vidas y en la representación política de Euskadi), tengo para mí que la banda ha sido policialmente derrotada, no tanto como consecuencia de la respuesta ciudadana (siempre muy limitada, especialmente en el País Vasco) sino como consecuencia de aplicar el Estado de Derecho, impulsar la colaboración internacional y aprobar y aplicar la ley de partidos. Y gracias al enorme trabajo de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, con la Policía Nacional y la Guardia Civil a la cabeza.
ETA, por tanto, no ha logrado sus principales objetivos…dado que no fueron nunca objetivos prioritarios de ETA ni el acercamiento de presos, ni su excarcelación anticipada, ni siquiera tener representación parlamentaria. Es a lo que hoy aspiran, ciertamente, y lo que los demócratas debemos sin duda evitar, pero no ha logrado ni uno solo de sus objetivos principales… lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que el trabajo de la democracia española haya finalizado.
«ETA no ha logrado ni doblegar a la democracia española ni la independencia de Euskal Herria ni imponernos su dictadura»
Efectivamente, queda pendiente clarificar los más de 300 crímenes pendientes de resolución, prohibir que se sigan celebrando homenajes a los presos que salen de las cárceles, dignificar y tratar como merecen a las víctimas del terrorismo, hacer justicia, impedir que haya ni un gramo de impunidad para los criminales y recordar la verdad de los hechos ocurridos ante el blanqueamiento de su historia que pretenden. Y no somos pocos los que vamos a continuar esa batalla frente a los acomodaticios que pretenden que pasemos página, como si todo hubiera finalizado. Y queda pendiente acabar con el odio que sus sucesores, representantes y servicios auxiliares siguen destilando. Y queda pendiente la derrota política de sus postulados.
Así que ni han vencido ni ha terminado la tarea de los demócratas. Queda trabajo por hacer en defensa de la justicia, la libertad y la democracia.
Gorka Maneiro es portavoz de Plataforma Ahora.