El Correo-MANUEL J. TELLO

Herenegun!’ es un proyecto liderado por el lehendakari, con el que se quiere llevar la historia del terrorismo a los centros de educación no universitaria (antiguos institutos y colegios concertados). No hay indicios para sospechar que no hubo buena intención en la decisión de realizar este proyecto. Sin embargo, a la hora de redactar el documento los ciudadanos hemos percibido una gran torpeza y mucha lentitud. Esto solo ocurre cuando se está escribiendo sin fe, sin entusiasmo, sin esperanza y sin afición.

Este artículo no pretende analizar el contenido del que, aún, solo hay borradores. Incluso, podríamos pensar que los redactores, evitando introducir sus particulares puntos de vista políticos, den a luz al mejor documento posible. Algo que parece alejado de la realidad según la entrevista del pasado martes a Isabel Urkijo en EL CORREO (25/06/19). El artículo analiza lo que pasará cuando los profesores lo expliquen en los centros educativos a niños y/o adolescentes que, por su edad y nivel de educación, aún carecen de un pensamiento crítico propio. El artículo es deudor de los muchos y muy rigurosos análisis que, desde hace siglos, han dejado bien establecida la influencia, consciente o inconsciente, del profesor en el desarrollo intelectual y emocional de los alumnos. Esta influencia se da, también, fuera del ámbito educativo. Por ejemplo, la de las propagandas políticas y medios de comunicación en la apreciación de las realidades sociales de los votantes. Si esto ocurre con los adultos, ¿qué pasará con los niños y adolescentes?

Los profesores, en general, utilizan textos que han escrito otros. Pero los comentarios del profesor, de gran impacto en el alumno, pueden ser objetivos o de una subjetividad enfermiza. Esto no sucede con las matemáticas o la gramática, solo ocurre en aquellas materias sociales, económicas y de humanidades (filosofía, literatura, etc.) de las que el profesor puede poseer un paisaje propio. Sin embargo, por honestidad, el profesor debe olvidarse de su paisaje y mantener los comentarios dentro de lo que podríamos llamar hechos objetivos (rigor histórico, respeto a la verdad…). Es decir, dejar que el niño y el adolescente adquieran y desarrollen su propio pensamiento original. Sin embargo, desgraciadamente, existen profesores que carecen de esa honestidad y, además, dependiendo de los centros, nadie se la exige. Incluso más. En algunos casos son los propios gobiernos los que ideologizan la educación. La historia está llena de ejemplos: la época nazi de Alemania o la vivida

en España en la segunda mitad del siglo XX. Situaciones que siguen vivas en la actualidad en los países donde hay regímenes totalitarios o con fuerte implantación de ideologías nacionalistas. Situaciones que pueden llegar a ser asfixiantes si, además, existe un alto número de profesores que, por ideología, carecen de objetividad. En estos casos, profesores y/o gobiernos suplantan con su mundo el de los demás llegando incluso a explicar como patológica lo que es la historia verdadera.

Existe abundante bibliografía que deja bien establecido que la verdad, la realidad y la objetividad son los elementos constitutivos del carácter íntimo que configura el conocimiento. De aquí, la metafísica establece que el conocimiento aparece como una construcción y el ser como lo construido. Cuando la formación que se imparte a los alumnos cumple los requisitos anteriores está asegurada una sociedad estable. Es decir, formada por ciudadanos que sobre los asuntos públicos, éticos y morales pueden tener discrepancias pero nunca, mayoritariamente, opiniones divergentes. No olvidemos que una sociedad existe gracias al consenso y la coincidencia de sus miembros en ciertas opiniones últimas. Lo que Cicerón llamó ‘concordia’. Como se ve, para Cicerón no significa que los ciudadanos opinen lo mismo sobre cosas cualesquiera. Pero, si las opiniones divergentes llegan a ser mayoritarias se produce una disensión que llegará a cortar el cuerpo social en dos partes. Lo que está ocurriendo en Siria, en Cataluña…

Desgraciadamente existen profesores (y políticos) que niegan el contenido del párrafo anterior. Por ejemplo, consideran toda verdad como relativa y cuando alguien habla del deseo de descubrir la verdad se le tilda de reaccionario. Esta actitud se debe a que el ocultamiento de lo verdadero favorece a sus intereses. Intereses que, claramente, corrompen los fines del verdadero conocimiento. Además, es una manera de desalentar el pensamiento original de los alumnos y establecer las bases para el pensamiento divergente que tanto daño causó en el pasado próximo. ‘Herenegun!’ en sus manos será una bomba que dará lugar a que los alumnos reciban, usando el mismo documento, interpretaciones divergentes del mismo hecho histórico: el terrorismo.

Lehendakari, creo que usted conoce y ama la educación y, además, es consciente del problema. Usted sabe lo que es un tóxico para la vida mental de un niño y cómo se puede embarrar la búsqueda del verdadero conocimiento. No someta a niños y adolescentes al peligro que representa ‘Herenegun!’ en manos de ciertos profesores. En su lugar, desde el gobierno, fomente a que en los centros educativos los alumnos desarrollen aquellas cualidades de dignidad, valor, decencia y bondad que han dado lugar a las cosas buenas que nos ha deparado el curso de la historia. Con ellas y el pensamiento crítico adquirido de forma propia, los alumnos, ya adultos, no harán de la historia una verdad relativa y no incorporarán a sus vidas posiciones divergentes e irreconciliables.