• Los que saben quiénes asesinaron y ordenaron los crímenes de ETA-pm nunca han colaborado en esclarecerlos
Hijos de Basilio Altuna y José Ignacio Ustaran, asesinados por ETA-pm el 6 y el 29 de septiembre de 1980

En 2005 publicamos un artículo en EL CORREO, ‘Justicia retributiva, justicia reparadora y reinserción activa’. Se lanzaban entonces, antes del atentado en la T-4 de Barajas, mensajes que apuntaban la posibilidad de reutilizar como modelo ante ETA el proceso que supuso la disolución de una parte de ETA-político militar. Una pequeña parte de la opinión pública pudo constatar en nuestras palabras que aquel proceso de disolución fue vivido por las víctimas supervivientes desde la indefensión y el ocultamiento. Desde un punto de vista jurídico y político apuntábamos dos conceptos: impunidad y prevaricación. A partir de ese momento se empezó a hablar tímidamente de las sombras de aquel recorrido.

Recientemente recibimos una invitación para la presentación del libro ‘Héroes de la retirada. La disolución de ETA-político-militar’ en el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo en Vitoria. Impresión al recibirla: ¿Héroes? Alguien puede pensar que el título de un libro dedicado a las víctimas del terrorismo hace referencia a las mismas. Error. Los autores plantean desde la foto de portada y a partir de la dedicatoria que el título viene dado por un componente heroico, no precisamente de las víctimas.

Un escrito de 1989, de Hans Magnus Enzensberger, se toma como base del título y del tratamiento posterior de esos miembros de ETA-pm y de los facilitadores de aquel proceso. Enzensberger resaltaba, en el contexto de la caída de los regímenes comunistas del Este, la existencia de personajes que desde el interior de los sistemas capitanean una deriva hacia el abandono de sus objetivos de origen. Gorbachov, desde el PCUS, y Adolfo Suárez, desde las estructuras franquistas, son, según Enzensberger, dos ejemplos de «héroes de la retirada»; incomprendidos por los partidarios ortodoxos de los sistemas previos y por los participantes del nuevo destino desconfiados de su procedencia.

En 2019 Jesús Eguiguren retoma el término y, tras la detención del dirigente de ETA ‘Josu Ternera’, mostraba su consideración hacia éste como un «héroe de la retirada» por su contribución al cese de la violencia. Tras las críticas recibidas desde diferentes ámbitos, incluidas de miembros de su partido, Eguiguren rectifica al día siguiente y pide disculpas por el término, aunque sigue destacando el papel de su héroe del día anterior.

El libro que se presenta estos días retoma el término «héroes de la retirada» en el título con una grafía aumentada sobre la más sencilla del subtítulo, «La disolución de ETA-político militar». Ante exposiciones extensas, los docentes suelen exprimir en sus conclusiones el jugo del jugo de los contenidos a través de un concepto sencillo y trasladar así el mensaje principal que se desea quede en la vivencia del alumno. En este caso, el jugo del jugo que se ha exprimido para quien no vaya a leer el libro es la palabra ‘héroe’. Por el contrario, el que bucee en el texto tendrá que ir recolocando de forma continua este concepto.

La portada es una fotografía de cuatro de los diez miembros de ETA en la rueda de prensa en Bayona, el 30 de septiembre de 1982, en la que comunican la disolución de una parte de ETA-pm. Uno de los miembros de aquella mesa declaraba en 2019, al recibir un reconocido premio cinematográfico en nuestras tierras, que se sentía orgulloso del trabajo de ETA-pm hasta 1982. Esto es, 28 asesinados y decenas de heridos y secuestrados, una vez más, sepultados en la banalidad del mal.

Se ha contado con nosotros para acudir a diversos actos que han intentado perpetuar la memoria de las víctimas. Se podía haber contado para contrastar datos que rodean los asesinatos de nuestros padres perpetrados por ETA-pm y que habríamos podido precisar, completar o corregir. El efecto que nos ha provocado este asunto es el de tener que intentar deshacer de nuevo una construcción social que creemos no justa: cansancio. Sabemos que este efecto nunca ha estado en el ánimo de los autores del libro, pero esta consecuencia debe ser conocida: tristeza.

Esperamos no ser criticados por tener la piel muy vulnerable y sabiendo que, desde el asesinato de nuestros padres, sus asesinos y los conocedores de su autoría siguen sabiendo que José Ignacio vive en Sevilla, que Ángel continúa sus andanzas por Vitoria y que Fernando Altuna se nos fue sufriendo en Madrid. Los que saben quiénes asesinaron y ordenaron los asesinatos de ETA-pm nunca han colaborado en esclarecerlos. Por todo ello, nos permitimos dudar de la posible solución en forma de justicia restaurativa que apunta un capítulo del libro. Esta queda vacía sin la significación del victimario, sin su puesta a disposición de la Justicia; o peor, sin el deseo de la Justicia de ponerlo a su disposición.

Por último, un matiz sobre lo que podría haber sido y no fue: «Dejar de matar: el proceso de disolución de ETA-pm». Siendo así, en la portada se describiría una realidad de primer orden, objetiva y apegada a los hechos y nos alejaríamos de la opción elegida, que crea una realidad de segundo orden, interpretativa, subjetiva y, a nuestro juicio, alejada de los hechos. Héroes, los justos.