¿La Moncloa? Es que no tengo la dirección…

Pedro Sánchez, que es un mentiroso sin fronteras, miente por puro vicio, incluso cuando no lo necesita. Miente al citar a terceros, como en los plagios de su tesis doctoral y miente porque los cita mal. En cualquier caso, debería observar una precaución elemental. No debería citar a nadie que esté vivo y pueda contradecirlo. Pongamos que hablo de Vicente Guilarte, presidente interino del CGPJ, a quien citaba en El País por la mano vicaria de Carlos Elordi C., que titulaba: “Sánchez se plantea quitar al CGPJ  el nombramiento de jueces del Supremo” con el añadido posterior de “por la vía Guilarte”.

Guilarte no tardó 24 horas en replicar; a la gente de bien tratar con cierta clase de gentuza le viene a poner en crisis de identidad. Lo explicaba con la anécdota de un conocido que en las mañanas de resaca se enfrentaba al espejo con cierto grado de confusión: “No sé quién eres, pero te voy a afeitar”. La interpretación que el felón hizo de sus palabras le parecía aterradora, porque no es admisible cambiar de modelo para que el Gobierno influya en la renovación del CGPJ. Ayer, donde Alsina, admitía que había enviado su propuesta al Congreso y al Senado y cuando el periodista le preguntó si también la había enviado a La Moncloa dio una respuesta que explicaba a la perfección en qué consiste la separación de poderes: “es que no tengo la dirección”.

Sánchez reculó, que es lo suyo, admitiendo que aún tiene el proyecto en fase de borrador, pero que estará basado en el respeto a la independencia del Poder Judicial, que será plenamente constitucional y acorde a la normativa europea. No faltaba más, pero seguro que miente, como en todo.

Guilarte me ha parecido un héroe de nuestro tiempo. Como la fiscal superior de la Comunidad de Madrid, Almudena Lastra, que se opuso razonablemente y mientras pudo, a difundir los datos reservados del novio de Isabel Díaz Ayuso, por ser un delito de revelación de secretos, hasta que el fiscal general del Estado se lo ordenó por medio de dos whatsapp. Álvaro García Ortiz, el fiscalone, es uno de los subproductos más acabados del sanchismo: dio la orden para la comisión de un delito, lo hizo por escrito y asumió la responsabilidad. El asunto se desarrolló con adornos: la fiscal jefe provincial, Pilar Rodríguez, llamó al fiscal del caso, Julián Salto, para que enviara los correos cruzados con la defensa de Alberto González Amador. Tanta era la urgencia que el fiscal Salto tuvo que abandonar el partido de fútbol de Champions que disputaba el Atlético de Madrid con el Inter de Milán. Cualquiera que tenga un amigo atlético sabe lo que es eso. Pues Salto abandonó el partido y para las diez de la noche ya los había remitido. Pilar Rodríguez es la misma fiscal a la que le bastaron 24 horas para pedir el archivo de la investigación que el juez Peinado llevaba instruyendo desde abril sobre el  caso de Begoña Gómez.

Muy probablemente, el fiscal general ha incurrido en prevaricación. Todo en el sanchismo va adquiriendo un olor insoportable. Y luego está Conde-Pumpido. Nunca hubo tantos jueces en un Gobierno de España. Nunca estuvo tan en peligro la justicia. No soy partidario de afirmaciones muy tajantes, pero si es usted partidario acérrimo de Sánchez es usted un corrupto o un imbécil. O mitad y mitad, que también cabe.