Iñaki Ezkerra-El Correo

  • Ante una catástrofe hay que diagnosticar qué ha fallado para evitar su reedición

Cuando se produce una catástrofe como la que estos días asola Valencia, lo lógico y lo deseable es hacer un riguroso diagnóstico sobre lo que ha fallado para tomar medidas que eviten su reedición en el futuro, no para buscar culpables ni para hacer bando ideológico, que es lo que andan haciendo algunos estos días con un triste entusiasmo. Aquí hay desde los que se han puesto a pasear, reivindicativos, la efigie de Franco al rememorar la riada que sembró la tragedia en esa misma región en 1957, y el consiguiente Plan Sur con el que la dictadura desvió el cauce del río para conjurar futuros desbordamientos, hasta los que han recordado, desde el lado político opuesto, que las obras no se iniciaron hasta ocho años después del desastre y no fueron concluidas hasta 1969, así como que estas se realizaron solo a medias pues nunca se construyó el prometido pantano de Villamarchante, que debía completar la solución técnica al grave problema y que ahora habría reducido a la nada los efectos de la dana.

La ideología nos hace tontos. Nos lleva a abrazar a ciegas un programa geopolítico dictado por la doctrina ecologista, como la Agenda 2030, pese a quien pese y sin tener en cuenta la realidad de la que partimos. Y es que en teoría está muy bien que tratemos de ser fieles al principio de que deben respetarse los cauces naturales de los ríos y de que estos deben fluir libres por sus bellos marcos paisajísticos, pero, una vez que ya hemos alterado esos bucólicos paisajes y que hemos desviado esos idílicos cauces construyendo vías ferroviarias, edificios, pueblos y ciudades en los lugares equivocados, hay que buscar remedios pragmáticos y aparcar las ideologías a un lado. Aparcarlas para dejar de estigmatizar al adversario político o a quien pone objeciones realistas a nuestros sueños utópicos. Aparcarlas para aportar razones cabales en vez de perder energías denunciando conspiraciones de Bill Gates o de Soros o de los chinos que no se traducen en nada práctico.

La ingeniería franquista de los años 60 ideó una solución para los desbordamientos del Turia que ha paliado los efectos de la tragedia de estos días, aunque se ha revelado insuficiente. Desde entonces la ingeniería hidráulica ha avanzado lo suyo, pero nuestros gobiernos de derechas y de izquierdas no han sabido en más de medio siglo ejecutar un plan que estaba ya trazado ni conjurar un peligro del que estaban avisados por más que la virulencia con la que se ha hecho efectivo no tenga precedentes. Aznar sumó al Plan Hidrológico Nacional la presa de Villamarchante en 2001, pero se olvidó de ella con la guerra de Irak. Sánchez y sus socios se olvidaron el miércoles de Valencia cuando llegó la hora de colocar a sus peones en el consejo de RTVE. Hay cosas que no pueden esperar ni un segundo.