Luis Ventoso-ABC
Las palabras del Rey reafirmando principios básicos ya llaman la atención
La más manida de las supuestas maldiciones chinas en realidad es apócrifa: «Ojalá vivas tiempos interesantes». La inventaron diplomáticos ingleses del XIX atribuyéndosela a los orientales. Pero si vivir en época movida es sinónimo de maldición, en España nos ha mirado un tuerto. En los próximos meses -¿años?- no nos aburriremos jamás. Viviremos acampados en un circo político, la «coalición progresista», con un jefe de pista capaz de defender impávido una idea y su contraria, donde lo que entendíamos por normal pasará a considerarse regresivo y lo que considerábamos inadmisible se instaurará como el nuevo paradigma.
Aunque ayer Madrid gozaba del regalo habitual de su cielo raso y su luz clara, una corriente fría recorría los salones linajudos y ornamentales del Palacio Real. Se celebraba la Pascua Militar, el mismo rito de cada año, pero la atmósfera era muy diferente. En la víspera, la portavoz de Bildu, en su día condenada a un año cárcel por apología del terrorismo, insultaba al Rey desde la tribuna del Congreso. La presidenta de la Cámara, la socialista Batet, y Sánchez fueron incapaces de reprochárselo, de hacer el más nimio gesto en defensa del Jefe del Estado. Necesitan los escaños del partido que fue brazo político de ETA y optaron por un oprobioso silencio. Con tal precedente, suscitaba máxima atención el discurso solemne del Rey ante Sánchez y dos de sus ministros (Marlaska y Robles, del exiguo y menguante sector cabal). Felipe VI, que ha heredado de su madre un temple contenido y que está ya curtido en ejercicio de su alta magistratura, mantuvo su compostura habitual y destacó algo que nunca falta en sus alocuciones de la Pascua: el «compromiso» de las Fuerzas Armadas con España y su Constitución. En condiciones normales, resaltar algo tan obvio resultaría un lugar común. Pero no estamos en condiciones normales. Sánchez será investido hoy como el presidente con menos apoyo de nuestra democracia para formar una coalición con un partido comunista que lleva un lustro clamando por derribar «el Régimen del 78». Todo sostenido por los enemigos más tenaces de España, los separatistas catalanes y vascos, que no solo rechazan la Constitución, sino la existencia misma de la Nación española.
El Rey dijo más cosas elementales. Por ejemplo, elogió cálidamente a la Guardia Civil, «pilar fundamental del desarrollo de nuestro país». Pero también eso deviene en extraordinario, porque Sánchez acaba de pactar con el PNV retirarla de facto de Navarra. Felipe VI ensalzó además a la OTAN y la contribución española a la misma; guiño atlantista que chirriará en los oídos de los ministros Iglesias, Garzón y Montero, que detestan a la Alianza Atlántica y todo lo que representa.
Sánchez vestía el chaqué protolocario. Su rostro era pétreo, tenso, blindado a la más tenue sonrisa. Si lo que llaman «lenguaje corporal» existe, sus miradas láser cuando el Rey recordaba principios básicos de nuestro sistema lo decían todo. Me considero una persona optimista, pero creo que sí, que España tiene un problema: el sentido común se ha vuelto provocativo.