Isabel San Sebastián-ABC
- El Día de la Hispanidad celebramos con legítimo orgullo el legado de una gran nación decisiva en la configurción del mundo
Mucho antes de que España se llamara así, ya habían recalado en esta tierra múltiples pueblos procedentes de Eurasia y el Mediterráneo. Aquí se hallaba el ‘Finis Terrae’ y este era el destino final de cuantas gentes migraban huyendo de otros o bien en busca de conquista y riqueza. Porque la Península Ibérica era y sigue siendo un vergel objeto de disputa, además de un crisol en el que se funden las más diversas culturas.
Roma le puso nombre a esta provincia principal de su imperio, transformada después en territorio independiente durante cerca dos siglos: el Reino Visigodo de Hispania, invadido por Tarik en el 711. A partir de entonces dio comienzo una lucha secular entre el norte cristiano y
el sur musulmán, cuyo desenlace permitió al hispanista francés Joseph Perez afirmar que «España no solo es Europa, sino que es el único país de Europa que estuvo ocho siglos luchando para ganarse ese derecho». Porque si bien a lo largo del tiempo se produjeron fragmentaciones en reinos, condados y taifas, alianzas coyunturales entre rivales naturales y rivalidades enconadas entre potenciales aliados, los cristianos nunca abandonaron su empeño reconquistador, plasmado en todas las crónicas de la época, y los musulmanes defendieron con uñas y dientes la Al Ándalus que consideraban su patria. Decantada la contienda en favor de los primeros tras la unión definitiva de Castilla y Aragón, la peculiar personalidad de un pueblo forjado en el combate y la aceptación de una vida azarosa en la frontera a cambio de libertad y oportunidades dio lugar a la epopeya americana. Una empresa formidable patrocinada por la Corona y protagonizada por personalidades sobresalientes, que sin duda tuvo sus sombras, superadas con creces por las luces.
Cuando España descubrió América (la descubrió, sí, porque aunque otros hubieran llegado antes no habían dado noticia de su existencia), ya era poseedora de un patrimonio incomparable, fruto de su historia extraordinaria y de la confluencia de saberes que habían recalado aquí. No fue por ello casualidad que la primera universidad americana viera la luz en Santo Domingo, cien años antes de Harvard, o que al concluir la etapa de dominio español quedaran allí como legado no solo una lengua común, la de Cervantes, y una religión que está en la base de la civilización occidental, cuna de la democracia, sino 23 centros universitarios. Desde el primer momento los reyes ampararon a los nativos con leyes que los equiparaban a sus súbditos españoles. Leyes a menudo incumplidas, como sucede hoy, pero vigentes. El concepto ‘derechos humanos’ nació en la Escuela de Salamanca pensando en esos indios, a principios del XVI, mucho antes de que una mente ilustrada lo atisbara en Francia. A todo ello y mucho más nos referimos con legítimo orgullo el Día de la Hispanidad. Celebramos ser hijos de España, una gran nación decisiva en la configuración del mundo.