Erkizia, uno de los líderes más veteranos de Batasuna, transmite una imagen desoladora para la izquierda abertzale: el reconocimiento de la derrota. El Estado ha acorralado a ETA y ha obligado a su entorno político a recorrer un camino nunca deseado. La alianza independentista de Batasuna y EA es el abrazo entre dos organizaciones heridas.
El secretario general de Eusko Alkartasuna, Pello Urizar, afirmó ayer que el acuerdo de esa formación con Batasuna causa vértigo entre los socialistas. Habla de vértigo el dirigente de un partido que en los últimos dos años ha perdido el único diputado en el Congreso que tenía, seis de los siete escaños con que contaba en el Parlamento vasco y, además, ha sufrido una escisión que le ha debilitado, al menos en Guipúzcoa.
El documento suscrito el pasado domingo por Batasuna y EA menciona una supuesta «debilidad estratégica de los Estados» (Francia y España) frente a una situación del nacionalismo vasco que, a juicio de los firmantes, ha llegado al momento actual «en las condiciones suficientes para lograr cambios estructurales».
Este tipo de actitud ha sido tradicional en ETA y en Batasuna, incapaces para la autocrítica y la aceptación de errores políticos. Siempre aciertan en sus análisis, en sus estrategias y en sus decisiones y siempre están más fuertes que nunca. «Hemos traído a Euskal Herria a las puertas del cambio político», escribe una eufórica Batasuna en su última ponencia.
La realidad es bien distinta y así lo revelaba Tasio Erkizia, uno de los fundadores de Batasuna, en una charla pronunciada hace unos días en Barakaldo. Erkizia consideraba que hay «más razones que nunca para la lucha armada», pero «menos condiciones objetivas y subjetivas». «Nosotros no creíamos que el Estado iba a llegar a estas situaciones», añadía con relación a la ilegalización de Batasuna. Tampoco creían que Europa iba a dar el visto bueno a esa medida, según admite. «Y nunca hubiéramos creído que con tanta ilegalización, con más de 700 presos y con las direcciones políticas constantemente agredidas y en la cárcel, la sociedad mirara hacia otra parte», se lamentaba. La conclusión a la que llegaba era que «viendo cómo actúa el Estado, cómo está la sociedad y las posibilidades reales» había que dar el paso de actuar por vías políticas.
Las palabras de Erkizia, uno de los líderes más veteranos de Batasuna, evidencian cómo ETA y su entorno minusvaloraron la capacidad del Estado, se equivocaron en su evaluación de las instituciones europeas y se han visto abandonados por la ciudadanía vasca. La imagen que transmite es desoladora para la izquierda abertzale, es el reconocimiento de la derrota. Si ahora están dispuestos a dar un giro en su estrategia, no es como resultado de una suma de éxitos, sino del fracaso. Si alguien está triunfando en esa lucha es, precisamente, el Estado, que con su política ha acorralado a ETA y ha obligado a su entorno político a moverse en un camino que nunca hubiera recorrido por propia voluntad.
La alianza independentista escenificada en Bilbao por Batasuna y EA es el abrazo entre dos organizaciones heridas por el fracaso de sus respectivas estrategias.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 23/6/2010